JUANA DE IBARBOUROU
Reseña biográfica
Poeta uruguaya nacida en Melo en 1892.
Desde muy joven empezó a publicar los primeros poemas bajo el seudónimo
de Juanita de Ybar, los cuales fueron
compilados en su primer libro, «Lenguas de Diamante», obra que la
lanzó a la más resonante fama.
Su estilo inicial fue apasionado y sensual dentro de la órbita
modernista, vinculándose luego al vanguardismo.
Su verso, con el paso del tiempo, ganó serenidad y melancolía,
haciéndola alcanzar el Premio Nacional de Literatura
en el año de 1959.
Falleció en 1979.
POEMAS
1. Amémonos
2. Amor
3. Así es la rosa
4. Bajo la lluvia
5. Como la primavera
6. Como una sola flor
desesperada
7. Cual la mujer de Lot
8. Despecho
9. El fuerte lazo
10. Estío
11. Fusión
12. Hora morada
13. Implacable
14. La cita
15. La enredadera
16. La espera
17. La higuera
18. La hora
19. La inquietud fugaz
20. La pequeña llama
21. La promesa
22. La sed
23. La tarde
24. Lacería
25. Las cuatro alas de
abeja
26. Las lenguas de diamante
27. Lo que soy para ti
28. Melancolía
29. Millonarios
30. Noche de lluvia
31. Panteísmo
32. Raíz salvaje
33. Rebelde
34. Reconquista
35. Regreso
36. Salvaje
37. ¿Sueño?
38. Supremo triunfo
39. Te doy mi alma
40. «Toilette» suprema
1.Amémonos
Bajo las alas rosa de
este laurel florido,
amémonos. El viejo y
eterno lampadario
de la luna ha
encendido su fulgor milenario
y este rincón de
hierba tiene calor de nido.
Amémonos. Acaso haya
un fauno escondido
junto al tronco del
dulce laurel hospitalario
y llore al encontrarse
sin amor, solitario,
mirando nuestro idilio
frente al prado dormido.
Amémonos. La noche
clara, aromosa y mística
tiene no sé qué suave
dulzura cabalística.
Somos grandes y solos
sobre el haz de los campos
y se aman las
luciérnagas entre nuestros cabellos,
con estremecimientos
breves como destellos
de vagas esmeraldas y
extraños crisolampos.
2.Amor
El amor es
fragante como un ramo de rosas.
Amando, se
poseen todas las primaveras.
Eros trae
en su aljaba las flores olorosas
de todas
las umbrías y todas las praderas.
Cuando
viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de
salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios
ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en
los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi
joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de
floridas y agrestes primaveras
queda en
mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes
de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega
a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi
piel de frescas esencias campesinas.
3.Así es la rosa
De la
matriz del día
se alzó la
rosa vertical y blanca
mientras
todo rugía:
la tierra,
el aire, el agua.
Tendí la
mano para protegerla,
criatura
de paz y de armonía,
completa,
virgen, intocable, exacta
en la
extensión total del mediodía.
Y me llevó
el brazo la metralla.
Impávida
seguía
en su
serenidad y su victoria,
aunque en
mi sangre la embebía.
Ni mi
alarido hizo temblar sus pétalos
ni apagó
su fragancia mi agonía.
Era la
rosa, la perfecta y única.
Nada la
detenía.
4.Bajo la lluvia
¡Cómo
resbala el agua por mi espalda!
¡Cómo moja
mi falda,
y
pone en mis mejillas su frescura de
nieve!
Llueve,
llueve, llueve,
y
voy, senda adelante,
con el
alma ligera y la cara radiante,
sin
sentir, sin soñar,
llena de
la voluptuosidad de no pensar.
Un pájaro
se baña
en una
charca turbia. Mi presencia le extraña,
se
detiene... me mira... nos sentimos amigos...
¡Los dos
amamos muchos cielos, campos y trigos!
Después es
el asombro
de un
labriego que pasa con su azada al hombro
y la
lluvia me cubre de todas las fragancias
de los
setos de octubre.
Y es,
sobre mi cuerpo por el agua empapado
como un
maravilloso y estupendo tocado
de gotas
cristalinas, de flores deshojadas
que
vuelcan a mi paso las plantas asombradas.
Y siento,
en la vacuidad
del
cerebro sin sueño, la voluptuosidad
del placer
infinito, dulce y desconocido,
de un
minuto de olvido.
Llueve,
llueve, llueve,
y tengo en
alma y carne, como un frescor de nieve.
5.Como la primavera
Como un
ala negra tendí mis cabellos
sobre tus
rodillas.
Cerrando
los ojos su olor aspiraste
diciéndome
luego:
-¿Duermes
sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas
de sauces te atas las trenzas?
¿Tu
almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque
acaso en ellas exprimiste un zumo
retinto y
espeso de moras silvestres?
¡Qué
fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a
arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Qué
perfume usas? Y riendo le dije:
-¡Ninguno,
ninguno!
Te amo y
soy joven, huelo a primavera.
Este olor
que sientes es de carne firme,
de
mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero
y soy joven, por eso es que tengo
las mismas
fragancias de la primavera!
6.Cual la muerte de
Lot
Un perfume
de amor me acompañaba.
Volvía
hacia la aldea de la cita,
bajo la
paz suprema e infinita
que el
ocaso en el campo destilaba.
En mis
labios ardientes aleteaba
la caricia
final, pura y bendita,
y era como
una alegre Sulamita
que a su
lar, entre trigos regresaba.
Y al
llegar a un recodo del camino
tras el
cual queda oculto ya el molino,
el puente
y la represa bullidora,
volví
atrás la cabeza un breve instante,
y bajo el
tilo en flor, ¡vi a mi amante
que besaba
en la sien a una pastora!
7.Como una sola flor
desesperada
Lo quiero
con la sangre, con el hueso,
con el ojo
que mira y el aliento,
con la
frente que inclina el pensamiento,
con este
corazón caliente y preso,
y con el
sueño fatalmente obseso
de este
amor que me copa el sentimiento,
desde la
breve risa hasta el lamento,
desde la
herida bruja hasta su beso.
Mi vida es
de tu vida tributaria,
ya te
parezca tumulto, o solitaria,
como una
sola flor desesperada.
Depende de
él como del leño duro
la
orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que solo
en él respira levantada.
8.Despecho
¡Ah, que
estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que
a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que
este rictus que contrae mi boca
es un
rastro extraño de mi risa loca.
Tanto, que
esta intensa palidez que tengo
(como en
los retratos de viejo abolengo),
es por la
fatiga de la loca risa
que en
todos mis nervios su sopor desliza.
¡Ah, que
estoy cansada! Déjame que duerma,
pues como
la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara
ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo
más alegre que ahora me viste?
¡Mentira!
No tengo ni dudas, ni celos,
ni
inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.
Si brilla
en mis ojos la humedad del llanto,
es por el
esfuerzo de reírme tanto...
9.El fuerte lazo
Crecí
para ti.
Tálame. Mi
acacia
implora a
tus manos su golpe de gracia.
Florí
para ti.
Córtame.
Mi lirio
al nacer
dudaba ser flor o ser cirio.
Fluí
para ti.
Bébeme. El
cristal
envidia lo
claro de mi manantial.
Alas di
por ti.
Cázame.
Falena,
rodeé tu
llama de impaciencia llena.
Por ti
sufriré.
¡Bendito
sea el daño que tu amor me dé!
¡Bendita
sea el hacha, bendita la red,
y loadas
sean tijeras y sed!
Sangre del
costado
manaré, mi
amado.
¿Qué
broche más bello, qué joya más grata,
que por ti
una llaga color escarlata?
En vez de
abalorios para mis cabellos
siete
espinas largas hundiré entre ellos.
Y en vez
de zarcillos pondré en mis orejas,
como dos
rubíes, dos ascuas bermejas.
Me verás
reír
viéndome
sufrir.
Y tú
llorarás.
Y
entonces... ¡más mío que nunca serás!
10.Estío
Cantar del
agua del río.
Cantar
continuo y sonoro,
arriba
bosque sombrío
y abajo
arenas de oro.
Cantar...
de alondra
escondida
entre el
oscuro pinar.
Cantar...
del viento
en las ramas
floridas
del retamar.
Cantar...
de abejas
ante el repleto
tesoro del
colmenar.
Cantar...
de la
joven tahonera
que al río
viene a lavar.
Y cantar,
cantar, cantar
de mi alma
embriagada y loca
bajo la
lumbre solar.
11.Fusión
Mi alma en
torno a tu alma se ha hecho
un nudo
apretado y sombrío.
Cada
vuelta del lazo sobre humano
se hace
raíz, para afianzarse hondo,
y es un
abrazo inacabable y largo
que ni la
muerte romperá. ¿No sientes
cómo me
nutro de tu misma sombra?
Mi raíz se
ha trenzado a tus raíces
y cuando
quieras desatar el nudo,
sentirás
que te duele en carne viva
y que en
mi herida brota sangre tuya.!
Y con tus
manos curarás la llaga
¡y ceñirás
más apretado el nudo!
12.Hora morada
¿Qué azul
me queda?
¿En qué
oro y en qué rosa me detengo,
qué dicha
se hace miel entre mi boca
o qué río
me canta frente al pecho?
Es la hora
de la hiel, la hora morada
en que el
pasado, como un fruto acedo,
sólo me da
su raso deslucido
y una
confusa sensación de miedo.
Se me
acerca la tierra del descanso
final,
bajo los árboles erectos,
los
cipreses aquellos que he cantado
y veo
ahora en guardia de los muertos.
Amé, ay
Dios, amé a hombres y bestias
y sólo
tengo la lealtad del perro
que aún
vigila a mi lado mis insomnios
con sus
ojos tan dulces y tan buenos.
13.Implacable
Y te di el
olor
de todas
mis dalias y nardos en flor.
Y te di el
tesoro,
de las
ondas minas de mis sueños de oro.
Y te di la
miel,
del panal
moreno que finge mi piel.
¡Y todo te
di!
Y como una
fuente generosa y viva para tu alma fui.
¡Y tú,
dios de piedra
entre
cuyas manos ni la yedra medra;
y tú, dios
de hierro,
ante cuyas
plantas velé como un perro,
desdeñaste
el oro, la miel y el olor.
¡ Y ahora
retornas, mendigo de amor,
a buscar
las dalias, a implorar el oro,
a pedir de
nuevo todo aquel tesoro!
Oye,
pordiosero:
ahora que
tú quieres es que yo no quiero.
Si el
rosal florece,
es ya para
otro que en capullos crece.
Vete, dios
de piedra,
sin
fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra,
igual que
una estatua,
a quien
Dios bajara del plinto, por fatua.
¡Vete,
dios de hierro,
que junto
a otras plantas se ha tendido el perro!
14.La cita
Me he
ceñido toda con un manto negro.
Estoy toda
pálida, la mirada extática.
Y en los
ojos tengo partida una estrella.
¡Dos
triángulos rojos en mi faz hierática!
Ya ves que
no luzco siquiera una joya,
ni un lazo
rosado, ni un ramo de dalias.
Y hasta me
he quitado las hebillas ricas
de las
correhuelas de mis dos sandalias.
Mas soy
esta noche, sin oros ni sedas,
esbelta y
morena como un lirio vivo.
Y estoy
toda ungida de esencias de nardos,
y soy toda
suave bajo el manto esquivo.
Y en mi
boca pálida florece ya el trémulo
clavel de
mi beso que aguarda tu boca.
Y a mis
manos largas se enrosca el deseo
como una
invisible serpentina loca.
¡Descíñeme,
amante! ¡Descíñeme, amante!
Bajo tu
mirada surgiré como una
estatua
vibrante sobre un plinto negro
hasta el
que se arrastra, como un can, la luna.
15.La enredadera
Por el
molino del huerto
asciende
una enredadera.
El
esqueleto de hierro
va a tener
un chal de seda
ahora
verde, azul más tarde
cuando
llegue el mes de Enero
y se abran
las campanillas
como
puñados de cielo.
Alma mía:
¡quién pudiera
Vestirte
de enredadera!
16.La espera
¡Oh lino,
madura, que quiero tejer
sábanas
del lecho donde dormirá
mi amante,
que pronto, pronto tornará
(Con la
primavera tiene que volver.)
¡Oh rosa,
tu prieto capullo despliega!
Has de ser
el pomo que arome su estancia.
Concentra
colores, recoge fragancia,
dilata tus
poros, que mi amante llega.
Trabaré
con grillo de oro sus piernas,
cadenas
livianas del más limpio acero,
encargué
con prisa, con prisa al herrero
Amor, que
las hace brillantes y eternas.
Y sembré
amapolas en toda la huerta.
¡Que nunca
recuerde caminos ni sendas!
Fatiga: en
sus nervios aprieta tus vendas.
Molicie:
sé el perro que guarde la puerta.
17.La higuera
Porque es
áspera y fea,
porque
todas sus ramas son grises
yo le
tengo piedad a la higuera.
En mi
quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos
redondos,
limoneros
rectos
y naranjos
de brotes lustrosos.
En las
primaveras
todos
ellos se cubren de flores
en torno a
la higuera.
Y la pobre
parece tan triste
con sus
gajos torcidos, que nunca
de
apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez
que yo paso a su lado
digo,
procurando
hacer
dulce y alegre mi acento:
"Es
la higuera el mas bello
de los
árboles todos del huerto".
Si ella
escucha,
si
comprende el idioma en que hablo,
¡Que
dulzura tan honda hará nido
en su alma
sensible de árbol!
Y tal vez,
a la noche,
cuando el
viento abanique su copa,
embriagada
de gozo le cuente:
"Hoy
a mí me dijeron hermosa".
18.La hora
Tómame
ahora que aún es temprano
y que
llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame
ahora que aún es sombría
esta
taciturna cabellera mía.
Ahora ,
que tengo la carne olorosa,
y los ojos
limpios y la piel de rosa.
Ahora que
calza mi planta ligera
la
sandalia viva de la primavera
Ahora que
en mis labios repica la risa
como una
campana sacudida a prisa.
Después...¡oh,
yo sé
que nada
de eso más tarde tendré!
Que
entonces inútil será tu deseo
como
ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame
ahora que aún es temprano
y que
tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no
más tarde. Antes que anochezca
y se
vuelva mustia la corola fresca.
hoy, y no
mañana. Oh amante, ¿no ves
que la
enredadera crecerá ciprés?
19.La inquietud fugaz
He mordido
manzanas y he besado tus labios.
Me he
abrazado a los pinos olorosos y negros.
Hundí,
inquieta, mis manos en el agua que corre.
He
huroneado en la selva milenaria de cedros
que cruza
la pradera como una serpie grave,
y he
corrido por todos los pedrosos caminos
que ciñen
como fajas la ventruda montaña.
¡Oh amado,
no te irrites por mi inquietud sin tregua!
¡Oh amado,
no me riñas porque cante y me ría!
Ha de
llegar un día en que he de estarme quieta,
¡ay, por
siempre, por siempre!
con las
manos cruzadas y apagados los ojos;
con los
oídos sordos y con la boca muda,
y los pies
andariegos en reposo perpetuo
sobre la
tierra negra.
¡Y estará
roto el vaso de cristal de mi risa
En la
grieta obstinada de mis labios cerrados!
Entonces,
aunque digas: -¡Anda!, ya no andaré.
Y aunque
me digas: -¡Canta!, no volveré a cantar.
Me iré
desmenuzando en quietud y en silencio
bajo la
tierra negra,
mientras
encima mío se oirá zumbar la vida
como una
abeja ebria.
¡Oh,
déjame que guste el dulzor del momento
fugitivo e
inquieto!
¡Oh, deja
que la rosa desnuda de mi boca
se te
oprima a los labios!
Después
será ceniza sobre la tierra negra.
20.La pequeña llama
Yo siento
por la luz un amor de salvaje.
Cada
pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿no será,
cada lumbre, un cáliz que recoge
el calor
de las almas que pasan en su viaje?
Hay unas
pequeñitas, azules, temblorosas,
lo mismo
que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras
casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras
casi rojas: espíritus de rosas.
Yo respeto
y adoro la luz como si fuera
una cosa
que vive, que siente, que medita,
un ser que
nos contempla transformado en hoguera.
Así,
cuando yo muera, he de ser a tu lado
una
pequeña llama de dulzura infinita
para tus
largas noches de amante desolado.
21.La promesa
¡Todo el
oro del mundo parecía
diluido en
la tarde luminosa!
Apenas un
crepúsculo de rosa
la copa de
los árboles teñía.
Un
imprevisto amor, mi mano unía
a tu mano,
morena y temblorosa.
¡Éramos
Booz y Ruth ante la hermosa
era que
circundaba la alquería!
-¿Me
amarás?- murmuraste. Lenta y grave
vibró en
mis labios la promesa suave
de la
dulce, la amable moabita.
Y fue como
un ¡amén! en ese instante
el toque
de oración que alzó vibrante
la rítmica
campana de la ermita.
22.La sed
Tu beso
fue en mis labios
de un
dulzor refrescante.
Sensación
de agua viva y moras negras
me dio tu
boca amante.
Cansada me
acosté sobre los pastos
con tu
brazo tendido, por apoyo.
Y me cayó
tu beso entre los labios,
como un
fruto maduro de la selva
o un
lavado guijarro del arroyo.
Tengo sed
otra vez, amado mío.
Dame tu
beso fresco tal como una
piedrezuela
del río.
23.La tarde
He bebido
del chorro cándido de la fuente.
Traigo los
labios frescos y la cara mojada.
Mi boca
hoy tiene toda la estupenda dulzura
de una
rosa jugosa, nueva y recién cortada.
El cielo
ostenta una limpidez de diamante.
Estoy
ebria de tarde, de viento y primavera.
¿No
sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante?
¿No me
hallas hoy flexible como una enredadera?
Elástica
de gozo como un gamo he corrido
por todos
los ceñudos senderos de la sierra.
Y el galgo
cazador que es mI guía, rendido,
se ha
acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra.
¡Ah, qué
inmensa fatiga me derriba en la grama
Y abate en
tus rodillas mi cabeza morena,
mientras
que de una iglesia campesina y lejana
nos llega
un lento y grave llamado de novena!
24.Lacería
No
codicies mi boca. Mi boca es de ceniza
y es un
hueco sonido de campanas mi risa.
No me
oprimas las manos. Son de polvo mis manos,
y al
estrecharlas tocas comida de gusanos.
No trences
mis cabellos. Mis cabellos son tierra
con la que
han de nutrirse las plantas de la sierra.
No
acaricies mis senos. Son de greda los senos
que te
empeñas en ver como lirios morenos.
¿Y aún me
quieres, amado? ¿Y aún mi cuerpo pretendes
y, largas
de deseo, las manos a mí tiendes?
¿Aún
codicias, amado, la carne mentirosa
que es
ceniza y se cubre de apariencias de rosa?
Bien,
tómame. ¡Oh laceria!
¡Polvo que
busca al polvo sin sentir su miseria!
25.Las cuatro alas de
abeja
He vuelto
de la cita con cuatro alas de abejas
prendidas
en los labios. Cuatro alas de abejas
doradas y
bermejas.
Milagro
como el de la barba de Dionisos,
el dios de
acento dulce! La barba de Dionisos
que tenía
cuatro alas de abeja en vez de rizos.
Tus labios
en mis labios derramaron su miel
y brotaron
las alas. Derramaron su miel
y tuve las
dulzuras de un panal en la piel.
No riáis.
Las cuatro alas de abeja no se ven.
Mas las
siento en la boca. Las alas no se ven,
mas a
veces, ¡prodigio!, vibran hasta en mi sien.
Y más
adentro aún. Las dulces alas vibran
hasta en
mi corazón. Las dulces alas vibran
y a mi
alma de toda angustia y pena libran.
Mas si un
día dejaran de aletear y zumbar...
si se
hicieran ceniza... Si cesara el zumbar
de las
alas que hiciste en mis labios brotar...
¡Qué
tristeza de muerte! ¡Qué alas negras de queja
brotarían
entonces! ¡Qué alas negras de queja
en lugar
de las alas transparentes de abeja!
26.Las lenguas de
diamante
Bajo la
luna llena, que es una oblea de cobre,
vagamos
taciturnos en un éxtasis vago,
como
sombras delgadas que se deslizan sobre
las arenas
de bronce de la orilla del lago.
Silencio
en nuestros labios una rosa ha florido.
¡Oh, si a
mi amante vencen tentaciones de hablar!,
la corola,
deshecha, como un pájaro herido,
caerá,
rompiendo el suave misterio sublunar.
¡Oh dioses,
que no hable! ¡Con la venda más fuerte
que
tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es
preciso, el manto de piedra de la muerte
para
formar la venda de su boca, rasgad!
Yo no
quiero que hable. Yo no quiero que hable.
Sobre el
silencio éste, ¡qué ofensa la palabra!
¡Oh lengua
de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
no
intentes que ahora el sello de mis labios te abra!
¡Bajo la
luna-cobre, taciturnos amantes,
con los
ojos gimamos, con los ojos hablemos.
Serán
nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
movidas
por la magia de diálogos supremos.
27.Lo que soy para ti
Cierva,
que come
en tus manos la olorosa hierba.
Can
que sigue
tus pasos doquiera que van.
Estrella
para ti
doblada de sol y centella.
Fuente
que a tus
pies ondula como una serpiente.
Flor
que para
ti solo da mieles y olor.
Todo eso
yo soy para ti,
mi alma en
todas sus formas te di.
Cierva y
can, astro y flor,
agua viva
que glisa a tus pies,
Mi alma es
para ti,
Amor.
28.Melancolía
La sutil
hilandera teje su encaje oscuro
con
ansiedad extraña, con paciencia amorosa.
¡Qué
prodigio si fuera hecho de lino puro
y fuera,
en vez de negra la araña, color rosa!
En un
rincón del huerto aromoso y sombrío
la velluda
hilandera teje su tela leve.
En ella
sus diamantes suspenderá el rocío
y la
amarán la luna, el alba, el sol, la nieve.
Amiga
araña: hilo cual tú mi velo de oro
y en medio
del silencio mis joyas elaboro.
Nos une,
pues, la angustia de un idéntico afán.
Mas pagan
tu desvelo la luna y el rocío.
¡Dios
sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío!
¡Dios
sabe, amiga araña, qué premio me darán!
29.Millonarios
Tómame de
la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos
y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el
cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua,
refrescante y menuda, del agua.
¡Que rían
los vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos
nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a
ser felices con el gozo sencillo
de un
casal de gorriones que en la vía se arrulla.
Más allá
están los campos y el camino de acacias
y la
quinta suntuosa de aquel pobre señor
millonario
y obeso, que con todos sus oros,
no podría
comprarnos ni un gramo del tesoro
inefable y
supremo que nos ha dado Dios:
ser
flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor.
30.Noche de lluvia
Llueve...
Espera, no duermas,
estáte
atento a lo que dice el viento
y a lo que
dice el agua que golpea
con sus
dedos menudos en los vidrios.
¡Cómo
estará de alegre el trigo ondeante!
¡Con qué
avidez se esponjará la hierba!
¡Cuántos
diamantes colgarán ahora
del ramaje
profundo de los pinos!
Espera, no
te duermas. Escuchemos
el ritmo
de la lluvia.
Apoya
entre mis senos
tu frente
taciturna.
Yo sentiré
el latir de tus dos sienes
palpitantes
y tibias,
como si
fueran dos martillos vivos
que
golpearan mi carne.
Espera, no
te duermas. Esta noche
somos los
dos un mundo,
aislado
por el viento y por la lluvia
entre la
cuenca tibia de una alcoba.
Espera, no
te duermas. Esta noche
somos
acaso la raíz suprema
de donde
debe germinar mañana
el tronco
bello de una raza nueva.
31.Panteísmo
Siento un
acre placer en tenderme en la tierra,
bajo el
sol matutino tibia como una cama.
Bajo mi
cuerpo, ¡cuánta vida mi vientre encierra!
¡Quién
sabe qué diamante esconde aquí su llama!
¡Quién
sabe qué tesoro, dentro de una mirada,
surgirá de
este mismo lugar donde reposo,
si será el
oro vivo de una era sembrada,
o la viva
esmeralda de algún árbol frondoso!
¡Quién
sabe qué estupenda y dorada simiente
ha de
brotar ahora bajo mi cuerpo ardiente!
Futuro
pebetero que esparcirá a los vientos,
en las
noches de estío, claras y rumorosas,
el calor
de mi carne hecho aroma de rosas,
fragancia
de azucenas, y olor de pensamientos.
32.Raíz salvaje
Me ha
quedado clavada en los ojos
la visión
de ese carro de trigo
que cruzó
rechinante y pesado
sembrando
de espigas el recto camino.
¡No
pretendas ahora que ría!
¡Tu no
sabes en qué hondos recuerdos
estoy
abstraída!
Desde el
fondo del alma me sube
un sabor
de pitanga a los labios.
Tiene aún
mi epidermis morena
no sé que
fragancias de trigo emparvado.
¡Ay,
quisiera llevarte conmigo
a dormir
una noche en el campo
y en tus
brazos pasar hasta el día
bajo el
techo alocado de un árbol!
Soy la
misma muchacha salvaje
que hace
años trajiste a tu lado.
33.Rebelde
Caronte:
yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras
las otras sombras recen, giman o lloren,
y bajo tus
miradas de siniestro patriarca
las
tímidas y tristes, en bajo acento, oren,
Yo iré
como una alondra cantando por el río
y llevaré
a tu barca mi perfume salvaje,
e
irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una
azul linterna que alumbrara en el viaje.
Por más
que tú no quieras, por más guiños siniestros
que me
hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte,
yo en tu barca seré como un escándalo.
Y
extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando
quieras dejarme a la orilla del río
me bajarán
tus brazos cual conquista de vándalo.
35.Regreso
¿En qué silente cinturón de espuma
se oculta ahora la promesa yerta?
¿Tras de qué muro o entornada puerta
gime mi mundo?
¿Qué hora, qué mañana entre tumultos
de sol y risa, ya de cara al gozo,
me traerá su jazmín más primoroso
con la sortija mágica del rumbo?
Se quemó mi laurel entre la fiebre,
la palma fiel perdió su airón de fuego.
Ya sólo soy raíz, rígido ruego,
vástago de espiral lenta y endeble.
Pero yo me he de alzar del pudridero,
volveré a mi esplendor de carne y canto,
blanca y bruñida por mi propio llanto,
viva, de nuevo.
34.Reconquista
No sé de donde regresó el anhelo
De volver a cantar como en el tiempo
en que tenía entre mi puño el cielo
Y con una perla azul el pensamiento.
De una enlutada nube, la centella,
Súbito pez, hendió la noche cálida
Y en mí se abrió de nuevo la crisálida
Del verso alado y su bruñida estrella.
Ahora ya es el hino centelleante
Que alza hasta Dios la ofrenda poderosa
De su bruñida lanza de diamante.
Unidad de la luz sobre la rosa.
Y otra vez la conquista alucinante
De la eterna poesía victoriosa.
36.Salvaje
Bebo el agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y
pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de
un nido.
Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama
aromada.
Comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de
frambuesas.
Mi cuerpo está impregnado del aroma
ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello
sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a
heno,
a savia, a yerbabuena y a flores de
centeno.
¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y
morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la
avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la
mañana!
37.¿Sueño?
¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca
con su mordedura que hasta el alma toca!
¡Beso que me sorbe lentamente vida
como una incurable y ardorosa herida!
¡Fuego que me quema sin mostrar la llama
y que a todas horas por más fuego clama!
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado
el que con su beso mi alma ha llagado?
¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí
llegó
el que entre sus labios mi alma estrujó?
Calzaré sandalias de bronce e iré
a donde esté el mago que cura me dé.
¡Secadme esta llaga, vendadme esta
herida
que por ella en fuga se me va la vida!
38.Supremo triunfo
Estoy ahora impregnada toda yo de
dulzura.
Desde que me besaste, toda yo soy amor.
Y en la vida y la muerte, en lecho y
sepultura,
ya no seré otra cosa que amor, amor,
amor....
En la carne y el alma, en la sombra y
los huesos,
ya no tendré más nunca otro olor y
sabor,
que el sabor y el perfume que he
absorbido a tus besos;
me has dado una fragancia, tersa y viva,
de flor.
Hasta el último átomo de mi piel es
aroma,
¡oh mortal podredumbre, te he vencido
talvez!
Eres mi hermano , ¡Oh lirio! Eres mi
hermana ¡oh poma!
Desde que él me besara, rosa mi cuerpo
es.
39.Te doy mi alma desnuda...
Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal
escuda.
Desnuda como el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;
de todas esas cosas que tienen la
infinita
serenidad de Eva antes de ser maldita.
De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas.
Que no sienten vergüenza del sexo sin
celajes
y a quienes nadie osara fabricarles
ropajes.
¡Sin velos, como el cuerpo de una diosa
serena
que tuviera una intensa blancura de
azucena!
¡Desnuda, y toda abierta de par en par
por el ansia de amar!
40.«Toilette» suprema
Bajo el encanto sombrío
de la tarde de tormenta
hay trazos de luz violenta
en la amatista del río.
Y siento la tentación
de hundir mi cuerpo en la oscura
agua quieta que fulgura
bajo el cielo de crespón.
Intensa coquetería
del contraste con la onda
que hará mi carne más blonda
entre su gasa sombría.
Rara y divina «toalé«
que en la penumbra amatista
dará una gracia imprevista
a mi cuerpo rosa-té.
Ninguna tela más bella
En su pliegue ha de envolverme.
¡Nunca tornarás a verme
Con tal blancura de estrella!
Jamás caprichoso azar
ha dado, a ninguna amante,
un lecho más fulgurante
bajo el amado mirar.
Deja que el río me vista
con sus largos pliegues lilas,
y guarda en tus dos pupilas,
junto al fondo de amatista,
la visión loca y suprema
de mi cuerpo embellecido
por el oscuro vestido
y la sombría diadema.
41.Vida aldeana
Iremos por los campos, de la mano,
a través de los bosques y los trigos,
entre rebaños cándidos y amigos,
sobre la verde placidez del llano,
para comer el fruto dulce y sano
de las rústicas vides y los higos
que coronan las tunas. Como amigos
partiremos el pan, la leche, el grano.
Y en las mágicas noches estrelladas,
bajo la calma azul, entrelazadas
las manos, y los labios temblorosos,
renovaremos nuestro muerto idilio,
y será como un verso de Virgilio
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