miércoles, 18 de abril de 2012

PERIODIZACIÓN LITERARIA "ROMANTICISMO"


PERIODIZACION LITERARIA (ROMANTISISMO)


ACOSTA CHAPARRO NATALIA ASTRID
GUZMAN MONTILLA DEBBIE DEL PILAR
IBARRA PEÑA JENNIFER TATIANA
LIEVANO ZAMORA DEISSY JOHANA
MORALES BETANCOURT YURY MARCELA
MORENO ROMERO YUDY ANDREA



HISTORIA DE LA PEDAGOGIA DE LA LITERATURA
JULIETA COVALEDA CASTAÑO
TUTORA



UNIVERSIDAD DEL TOLIMA, CREAD ICONONZO
III SEMESTRE DE HOMOLOGACION
LICENCIATURA EN BASICA CON ENFASIS
EN LENGUA CASTELLANA
ICONONOZO TOLIMA
2012


INTRODUCCION

El romanticismo es una corriente literaria  que se desarrolló durante el siglo xvi al xvii  dándose a conocer sus representantes llamados románticos, los cuales no querían seguir reglas algunas impuestas por los ilustrados, querían imponer la libertar absoluta, hacer creaciones para  el pueblo pero sin que se hiciera participe.
Este movimiento fue en una época que marco muchas cosas teniendo como carácter eminente lo patriótico contribuyendo en nuestro país en la independencia, la batalla de Boyacá, otras corrientes y fuerzas políticas que promueven en el país la gran época conocida con el nombre de “La Organización Nacional”.
Las leyendas indígenas y los temas nativos fueron así mismo objeto de curiosidad y estudios desde mediados del siglo pasado hasta el presente.


OBJETIVOS
{   Dar prioridad a los sentimientos mediante sus creaciones debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla. incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

{   Conocer el romanticismo mediante la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas; también  los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.

{           Encontrar su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano.

{   Identificar el movimiento propio, que es un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional, frente a la universalidad y sociabilidad de la ilustración en el siglo  XVIII.

{   Reconocer el  estilo vital de los autores románticos donde despreciaban el materialismo burgués y preconizaban el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un romanticismo reaccionario.



ROMANTICISMO.
Época.
Fue una época muy agitada de la historia europea, caracterizada por hondos cambios.
 La economía está marcada por la revolución industrial. Con el desarrollo del maquinismo, surgen las grandes industrias y crece el proletariado. La consolidación del capitalismo industrial resume la estructura económica de la época y explica las tensiones sociales.
En el ámbito social, la antigua sociedad estamental es sustituida por la sociedad de clases: la posición que un hombre ocupa en la sociedad ya no depende del nacimiento o la tradición, sino de su situación económica, del puesto que ocupa en los procesos de producción y de su riqueza. A mayor poder económico, mayor poder político. La nobleza es desplazada por la burguesía, excepto en algunos países; la burguesía se convierte en la nueva clase dominante.
El desarrollo de los nacionalismos Fue atizado por las ocupaciones napoleónicas, que desarrollaron en los pueblos el sentimiento de sus peculiaridades históricas, culturales, lingüísticas, etc. la exaltación de lo nacional será parte importante del pensamiento y de la literatura del Romanticismo.
I Romanticismo
Caracteristicas más importantes:
El sentimiento de no plenitud.La angustia ante lo incompleto de la existencia humana es el mal de la época”. La vida parece un problema insoluble: su fugacidad con sus como la muerte o las ruinas abarcarán desde la desesperación del atea hasta el misticismo del creyente.
El desacuerdo con el mundo: ese desacuerdo está en la base del Romanticismo. El romántico es un eterno descontento: sus ideales no encuentran cauce en la realidad cotidiana
La exaltación del “yo”: es otra cara del conflicto entre el individuo y la sociedad. El artista se siente superior al mundo que le rodea y se aísla orgullosamenteEsa exaltación del “yo” supone un individualismo o un subjetivismo que son rasgos esenciales de la época
La libertad:. El héroe romántico salta por encima de la normas de comportamiento, y el artista rechaza la tiranía de las reglas. Como reverso de estas ansias de libertad, encontramos la obsesión por el destino, que re algo muy revelador de su sensibilidad. La naturaleza cobra especial importancia y adquiere un papel que antes no tuvo: se adapta los estados de ánimo del poeta
La naturaleza: se dice que los románticos descubrieron el paisaje. En este punto hallamos personaje, mostrándose melancólica, tétrica o turbulenta. A la angustia y la obsesión por la muerte se le atribuye un paisaje nocturno o sepulcrales. La soledad del romántico encuentra el marco adecuado en yermos desolados, paisajes recónditos o jardines abandonados.
La historia, el pueblo: el interés por la historia y el desarrollo del Nacionalismo son otras grandes preocupaciones de la época. En la historia, buscan los románticos tradicionalistas los valores cuya pérdida lamentan; los revolucionarios acuden a ella para encontrar las peculiaridades nacionales que hay que defender o liberar para construir el futuro.
II Características del romanticismo literario
Romanticismo contra Ilustración : el Romanticismo fue un movimiento radicalmente opuesto al de la Ilustración del siglo anterior. Los ilustrados creían firmemente en la fuerza de la razón, cuyas “luces” podían guiar al hombre hacia la verdad i la felicidad. Los románticos rechazaron el optimismo que los ilustrados tenían sobre el poder de la razón y de la ciencia para proporcionar a los hombres la felicidad.
Para el Romanticismo, el ansia de libertad del hombre era una aspiración inalcanzable. El hombre era un ser desgraciado en est vida, porque la sociedad le impedían realizar los deseos personales y los impulsos del corazón
La moral romántica: como los románticos no aceptaban un mundo ordenado según las leyes de la razón y de la ciencia, se negaron a aceptar sus normas morales. Los héroes de la literatura romántica son hombres rebeldes que aspiran a una absoluta libertad moral. La literatura exalta a los bandidos, piratas, reos, mendigos, prostitutas; seres al margen de la sociedad y de sus leyes
“El Romanticismo es el liberalismo en Literatura”: se considera que la ordenación de la sociedad y el progreso público era asuntos que debían ser dirigidos por la minoría ilustrada, es decir, por un grupo de hombrees cultos que conocían la ciencia y los métodos de la razón. Su lema era: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Muchos románticos se rebelaron contra esa concepción política y lucharon por la implantación del liberalismo. La mayor parte de los escritores románticos colaboraron con sus obras en el triunfo de esta ideología e intentaron introducirla en todos los aspectos de la vida. De acuerdo con ello, exigieron para el escritor una absoluta libertad para componer sus obras sin tener que someterse ningún tipo de norma estética. Víctor Hugo, declaró: “El Romanticismo es el liberalismo en literatura”.
Subjetivismo: el romanticismo va a significar una explosión incontenible de individualidad, de exhibición descarnada de lo más íntimo del alma del escritor. El escritor romántico va a exponer su “yo” la contemplación de los demás sin vergüenza ni pudor. La consecuencia inmediata será un auge incontenible de la poesía lírica mediante la cual se expresan los sentimientos personales.
Ansia de libertad: el hombre romántico reacciona contra todas las trabas que habían cohibido el espíritu humano hasta entonces: luchan contra la moral tradicional, contra la monarquía absolutista, contra la contención de los sentimientos impuesta por la Ilustración, contra todo lo que signifique norma, traba, esclavitud. Tratan de crear un mundo en el que la libertad sea la única norma.
Fuga del mundo circundante: La humanidad no les comprende, la patria les destierra, la mujer que había soñado no existe. Decepcionados por la incomprensión, se rebelan contra es sociedad y huyen. Esa huida puede ser realizada de tres modos distintos:
a) A través de los viajes.
b) Construyendo mundos de poesía y ensueño sobre la Edad Media y los países orientales.
c) La huida definitiva: el suicidio.
Nacionalismo: los románticos exaltan los rasgos típicos, diferenciadores de su país. Se produce una revalorización de la literatura, costumbres y leyendas medievales, de las tradiciones populares y el folklore
Descubrimiento del paisaje: el paisaje es un personaje más de la obra. El paisaje será un reflejo del alma turbulenta del escritor: cumbres, selvas, mares tempestuosos, el ambiente nocturno, la luna, los sepulcros, las ruinas acompañarán los distintas estados de ánimo del escritor romántico.
Romanticismo.
Autores representativos.
José de Espronceda: A la patria, Al dos de mayo, A la degradación de Europa, Canto de cosaco, Convocación del pirata, El verdugo, El reo de muerte, El mendigo.
Rosalía de Castro: Cantares Gallegos, Follas Novas, En las orillas del Sar.
Gustavo Adolfo Bécquer: Las Rimas.
V
Rimas
Autor
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Es una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron el punto de partida de la poesía moderna española.
Nació en Sevilla, y era hijo de un pintor y hermano de otro pintor, llamado Valeriano. Él mismo practicó la pintura, pero, después de quedarse huérfano y trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse a la literatura. No logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca categoría. Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y los ensayos costumbristas Cartas desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado de censor oficial de novelas. Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero con la Revolución de 1868 se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar otro, en parte de memoria. Su matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858 estaba aquejado de una grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se mudó a Toledo, a casa de su hermano .. Bécquer murió en 1870 el 22 de diciembre, a los treinta y cuatro años.
VI
Rimas
Personalidad Literaria.
Como tal romántico , Gustavo Adolfo Bécquer, en sus poemas se destacan aspectos como el subjetivismo (el “yo” poético) y el tema del amor. Para Bécquer la poesía se representa con la imagen de la mujer y se basa en el puro sentimiento.
Formalmente , la estructura de sus obras se basa en las características de la poesía popular: versos cortos , rima asonante , lenguaje sencillo y emotivo. Sin embargo , se trata de una poesía muy elaborada: maestría en la combinación de versos de distinta medida en un mismo poema y eficacia en el uso de recursos literarios como la metáfora , la comparación , el paralelismo,etc.
Sus obras ;
 Leyendas: El gnomo, La corza blanca, El beso, El caudillo de las manos rojas, La cruz del Diablo, Creed en Dios, La promesa, El Cristo de la calavera, La ajorca de oro, El monte de las ánimas, Los ojos verdes, Maese Pérez el organista, El rayo de luna, El miserere, La rosa de la pasión.
 Rimas: son un conjunto de setenta y seis poesías, publicadas con el nombre de El libro de los gorriones. Normalmente son poemas de versos asonantes. Se refieren a la emoción de las experiencias vividas, a los recuerdos, a experiencias convertidas en sentimientos, etc. Aparece el amor, el desengaño amoroso, la desesperación del poeta y la muerte o el suicidio
VII
Rimas
Temas
Las 79 rimas constituyen un solo poema de amor. Bécquer no deja nunca de hablar de sí mismo: su vida interior. Y se lo dice a un “tú” como si se tratara de un carta, que nombra a la mujer amada. Todo el camino que va desde el presentimiento del amor hasta el fracaso, desde el momento en que el amor aparece hasta el momento de soledad en que no habrá más que la obsesión del recuerdo, se recorre lo largo de las rimas.
Es un camino que parece tener un solo sentido. Bécquer no escribió las rimas en el orden en que hoy las leemos; ni tampoco en el orden en que él mismo las copió en el Libro de los gorriones. Ignoramos la fecha en que está escrita cada una de las rimas y también en qué circunstancias concretas se escribieron, ni a qué mujer se referían. Los amigos de Bécquer ls ordenaron como si se tratase de una historia.
El poeta escribe para hablar de amor; éste se ha presentado, alguna vez, como armonía y plenitud, como experiencia de un orden perfecto en el que no hay separaciones ni límites, sino unión: del individuo con la naturaleza, de las realidades con los deseos, del mundo con dios.
Su obra poética consta de setenta y nueve poemas que constituyen un entero entre todos ellos, los cuales están agrupados en torno a cuatro temas:
La poesía
Exaltación del amor
Desengaño amoroso
Desolación
VII
Clasificación de las rimas
Tema 1: La poesía. (Del I hasta el X)
En el poema 1 : Bécquer quiere expresar el significado de lo que para él significa su poesía ,y para ello , utiliza un lenguaje depurado y muy simbólico ; lenguaje que , según él , carece de palabras insuficientes
para expresar con claridad sus sentimientos. Lucha por intentar escribir sus pensamientos ; deseo que queda en vano,ya que su empeño está condenado al fracaso.
“Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y éstas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle , del hombre
Domando el rebelde, mezquino idioma,
Con palabras que fuesen a un tiempo
Suspiros y risas , colores y notas.
Pero en vano es luchar , que no hay cifra
Capaz de encerrarle,y apenas , ¡oh hermosa!,
Si,teniendo en mis manos las tuyas
Pudiera, al oído, cantártelo a solas”
IX
Clasificación de las rimas
Tema 2: Exaltación del amor ( Del poema XI hasta el XXIX)
En el poema XI: se lleva a cabo una conversación entre el autor , que busca a la mujer que desea , y tres mujeres bellas; de las cuales una de ellas es un ser espiritual,un falso espejismo.Las tres preguntan si quizás alguna de ellas es ese ansiado amora que busca el poeta: y éste,finalmente,ruega a la mujer irreal que lo ame y vaya a él.
En este poema podemos ver ,el claro ejemplo del amor platónico , que nace en la mente del poeta, crece con sus fantasías y muere con el desengaño.
“-Yo soy ardiente,yo soy morena,
soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena,
¿A mí me buscas?
-No es a ti:no.
 -Mi frente es pálida , mis trenzas oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
¿A mi me llamas?
-No;no es a ti.
-Yo soy un sueño , un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea,soy intangible:
no puedo amarte.
 .-¡Oh,ven;ven tú!”
X
Rimas
Tema 3: Desengaño amoroso (Del poema XXX hasta el LI)
 En el poema LI: El poeta expresa el sentimiento de desesperanza y angustia que le produce el fracaso amoroso.En esta composición confiesa que daría cualquier cosas ,por saber si ella lo amó en realidad , alguna vez, o si sus sentimientos eran falsos.
 “De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
 de mi has hablado.
Y esta vida mortal y de la eterna
Lo que me toque,si me toca algo,
Por saber lo que a solas
 De mí has pensado.”
En el poema XLIV:Bécquer le pide a su amada que sea sincera con él,ya que puede ver en sus ojos la tristeza interior que,al igual que él ,ella también siente.Le pide que no se sienta avergonzada de sus sentimientos , y que desahoge su pena con lágrimas , puesto que él,aún siendo hombre,también las ha derramado.
“Como en un libro abierto
 leo de tus pupilas en el fondo
 ¿A qué fingir el labio
risas que desmienten con los ojos?
 ¡Llora! NO te avergüences
 de confesar que me quisiste un poco
¡Llora! Nadie nos mira.
 Ya ves; yo soy hombre... y también lloro.”
 Rimas
 En el poema LXI: El autor se siente desesperado,aislado,sumergido en la soledad y en la penumbra .
IV,III,XI




Gustavo Adolfo Bécquer

Poeta español. Nació en Sevilla en 1836. En 1854 se traslado a Madrid, para poder vivir, Gustavo Adolfo Bécquer tuvo que dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero en colaboración con su amigo con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo de Adolfo García. La etapa mas fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus leyendas, escribió crónicas periodísticas y redacto las cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor.
Una temporada que paso en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiro Cartas desde mi celda. Falleció en Madrid en 1870.

Rimas

1.      Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma,                                         con palabras que fuesen a un tiempo                                             suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra                                                capaz de encerrarle, y apenas ¡oh hermosa!                                          si teniendo en mis manos las tuyas     pudiera, al oído, cantártelo a solas.
2.     Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
¡aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía la voluntad su imagen arrojó,           y la luz de la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó.
Aun para combatir mi firme empeño                                       viene a mi mente su visión tenaz... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño                                              en que acaba el soñar!!
3.     Yo me he asomado a las profundas simas                             de la tierra y del cielo,                      y les he visto el fin, o con los ojos,  o con el pensamiento.
Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo                                               y me incliné un momento,                 y mi alma y mis ojos se turbaron: ¡tan hondo era y tan negro!!
4.     En la clave del arco mal seguro                                        cuyas piedras el tiempo enrojeció,   obra de cincel rudo, campeaba      el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,    la yedra que colgaba en derredor daba sombra al escudo en que una mano tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza nos paramos los dos:                         y, ése, me dijo, es el cabal emblema de mi constante amor.
¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces:                                    verdad que el corazón                    lo llevará en la mano... en cualquier parte...                                         pero en el pecho no.
5.     ¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
6.     Primera voz
Las ondas tienen vaga armonía,
las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!
Segunda voz
Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie,
isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa,
¡dulce embriaguez
la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro,
lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
—¿Te embarcas?, gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
7.     Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro,
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh! si las flores duermen,
¡qué dulcísimo sueño!
8.     Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda sólo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
¡Mujer al fin del siglo diez y nueve,
material y prosaica!... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida
con genio es muy contado el que la escribe
y con oro cualquiera hace poesía.
9.     ¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la hez?
Pues aspírale, acércale a tus labios
y déjale después.
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor?
Pues amémonos hoy mucho y mañana
digámonos ¡adiós!
10.   Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de música lejana,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
—¿En qué piensas?, me dijo.
—En nada... —En nada ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.
11.    Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.
12.   Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios
y luego ante su obra se arrodilla,
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.
13.   Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
14.   Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose y yo digo:
¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe,
como me río yo.
15.   Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla próxima a expirar
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni adónde
mis pasos me llevarán.
16.   Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
17.   Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros es,
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
¿Te ríes...? Algún día
sabrás, niña, por qué.
Tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
Yo sé cuándo tú sueñas,
y lo que en sueños ves,
como en un libro puedo lo que callas
en tu frente leer.
¿Te ríes...? Algún día
sabrás, niña, por qué.
Tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.
Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez:
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.
¿Te ríes...? Algún día
sabrás, niña, por qué.
Mientras tú sientes mucho y nada sabes,
yo, que no siento ya, todo lo sé.
18.   ¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume aspirar hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... y roncar como un sochantre...
y comer... y engordar...! ¡y qué fortuna
que esto sólo no baste!
19.   ¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en el mundo
junto al volcán la flor.
20.  Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar... andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina el corazón:
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer... y todos ellos
sin gozo ni dolor.
¡Ay! ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir!
¡Amargo es el dolor; pero siquiera
padecer es vivir!
21.   ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
22.  Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
23.  ¿Será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros.
Pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco.
24.  Las ropas desceñidas,
desnudas las espadas,
en el dintel de oro de la puerta
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
La vi como la imagen
que en leve ensueño pasa,
como rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
como atrae un abismo, aquel misterio
hacia sí me arrastraba.
Mas ¡ay! que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
—El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa.
25.  ¡Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto;
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho!
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego;
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar en la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.
26.  Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
27.  Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.

28.  Antes que tú me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.
Antes que tú me moriré; y mi espíritu
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la muerte,
esperándote allá.
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán;
allí donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar;
allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad,
todo cuanto los dos hemos callado
allí lo hemos de hablar.
29.  Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana,
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las trasparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.
30. Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
que al fin de la jornada
a ella tocaron lágrimas y risas
y a mí, sólo las lágrimas.
31.   Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
¡la luz, el aire
y el pensamiento!
Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
¡la fama, el oro,
la gloria, el genio!
Cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.
32.  Este armazón de huesos y pellejo
de pasear una cabeza loca
se halla cansado al fin, y no lo extraño,
pues aunque es la verdad que no soy viejo,
de la parte de vida que me toca
en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí; ¡pese a mi estrella!
Harto lo dice ya mi afán doliente;
que hay dolor que al pasar su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.
33.  Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;
dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.
34. Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol.
Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o qué pasó por mí;
sólo recuerdo que lloré y maldije
y que en aquella noche envejecí.
35. Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
36. Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
del rocío al pensar
que cual hoy por ayer, por hoy mañana
volveremos los dos a suspirar.
37.  Sabe si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
38. Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
nadie así te amará.
39. No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían,
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila,
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
40. Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?
41.   Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.
42.  Sacudimiento extraño
que agita las ideas
como huracán que empuja
las olas en tropel.
Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder.
Deformes siluetas
de seres imposibles,
paisajes que aparecen
como al través de un tul.
Colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz.
Ideas sin palabras,
palabras sin sentido,
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás.
Memorias y deseos
de cosas que no existen,
accesos de alegría,
impulsos de llorar.
Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse,
sin riendas que le guíen
caballo volador.
Locura que el espíritu
exalta y desfallece,
embriaguez divina
del genio creador.
             Tal es la inspiración.
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer.
Brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel.
Hilo de luz que en haces
los pensamientos ata,
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit.
Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir.
Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás.
Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal.
Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción.
Raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga,
oasis que al espíritu
devuelve con vigor.
             Tal es nuestra razón.
Con ambas siempre en lucha,
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio es dado
a un yugo atar las dos.
43. Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que oculto entre las verdes hojas
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que entre las sombras que te cercan
te llamo yo.
Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que aunque invisible al lado tuyo
respiro yo.
44.  Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque sientes sus latidos;
eso no es corazón..., es una máquina
que al compás que se mueve hace ruido.
45. Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién, en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
quién se acordará?
46. Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada,
oigo flotando en olas de armonías
rumor de besos y batir de alas,
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
—¡Es el amor que pasa!
47. Llegó la noche, y no encontré un asilo,
¡y tuve sed!... mis lágrimas bebí,
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!
¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba
desierto... para mí!
48. Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
La Gloria y el Amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos;
¡despertar es morir!
49. Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!
50. —Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
                                        —No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
                                        —No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz.
Soy incorpórea, soy intangible,
no puedo amarte.
                                      —¡Oh ven, ven tú!
51.   Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
una azucena tronchada
me pareces.
Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
como a ella te hizo Dios
de oro y nieve.
52.  Sobre la falda tenía
el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros.
No veíamos las letras
ninguno creo;
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
—¡Ya lo comprendo!
53. Si de nuestros agravios en un libro
se escribiese la historia,
y se borrase en nuestras almas cuanto
se borrase en sus hojas;
te quiero tanto aún; dejó en mi pecho
tu amor huellas tan hondas,
que sólo con que tú borrases una,
¡las borraba yo todas!
54. Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se dilata
en ardiente explosión de claridad.
La brilladora lumbre es la alegría,
la temerosa sombra es el pesar.
¡Ay! en la oscura noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?
55. Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.
56. Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
Cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?
Y en el luminoso día,
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?
57. ¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces trazó mi triste sombra
la luna plateada
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!
Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras,
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!
58. Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
                                 eso eres tú.
¡Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
                               del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
                                 eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!
59. No sé lo que he soñado
en la noche pasada.
Triste, muy triste debió ser el sueño,
pues despierto la angustia me duraba.
Noté al incorporarme
húmeda la almohada,
y por primera vez sentí al notarlo
de un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca,
mas tengo en mi tristeza una alegría...
¡Sé que aún me quedan lágrimas!
60. Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea,
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares,
y espuma en las riberas.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas yedra.
Yo atrueno en el torrente
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosque de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa,
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo en fin soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.
61.   Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte.
Por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta ríes, y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
                                         —¡Duerme!
Despierta miras, y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
                                         —¡Duerme!
Despierta hablas, y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
                                         —¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto por que no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya por que no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
                                         —¡Duerme!

62.  Como guarda el avaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
le quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo,
que le agotó, decir:
—¡Ah, barro miserable! ¡Eternamente
no podrás ni aun sufrir!
63. Cruza callada, y son sus movimientos
silenciosa armonía:
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.
64.  Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,
Dios sabe cuántas veces
con paso perezoso
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico.
Y ayer... un año apenas,
pasado como un soplo,
con qué exquisita gracia,
con qué admirable aplomo,
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
«Creo que en alguna parte
he visto a usted.» ¡Ah bobos,
que sois de los salones
comadres de buen tono
y andabais allí a caza
de galantes embrollos,
qué historía habéis perdido,
qué manjar tan sabroso
para ser devorado
sotto voce en un corro,
detrás del abanico
de plumas y de oro!...
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Discreta y casta luna,
copudos y altos olmos,
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico,
callad, y que en secreto
no salga con vosotros!
Callad; que por mi parte
yo lo he olvidado todo;
y ella... ella, no hay máscara
semejante a su rostro.
65. ¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
66. Como enjambre de abejas irritadas,
de un obscuro rincón de la memoria
salen a perseguirme los recuerdos
de las pasadas horas.
Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil!
Me rodean, me acosan,
y unos tras otros a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.
67. Es cuestión de palabras, y no obstante
ni tú ni yo jamás,
después de lo pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el Amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!
68. De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.
69. Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!


De la casa en hombros
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!


De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo:
allí la acostaron,
tapiáronle luego
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto.
Perdido en las sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!


En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza hacerlo,
¡a dejar tan tristes,
tan solos los muertos!
70. Te vi un punto, y flotando ante mis ojos
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura orlada en fuego
que flota y ciega si se mira al sol.
Adondequiera que la vista clavo,
torno a ver sus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada,
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir.
Cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer;
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé.
71.   Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé,
ni aun mirarla me volví, y no obstante
algo en mi oído murmuró: «ésa es».
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y «fue».
72.  En la imponente nave
del templo bizantino,
vi la gótica tumba a la indecisa
luz que temblaba en los pintados vidrios.
Las manos sobre el pecho,
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna, del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito.
De la sonrisa última
el resplandor divino
guardaba el rostro, como el cielo guarda
del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra
sentados en el filo,
dos ángeles, el dedo sobre el labio,
imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta;
de los arcos macizos
parecía dormir en la penumbra
y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la nave
al ángulo sombrío,
con el callado paso que llegamos
junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
aquel lecho de piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma avivaron
la sed de lo infinito,
el ansia de esa vida de la muerte,
para la que un instante son los siglos...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cansado del combate
en que luchando vivo,
alguna vez me acuerdo con envidia
de aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida
mujer me acuerdo y digo:
—¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!
73.  ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa.
Antes que el sentimiento de su alma
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada... pero...
¡es tan hermosa!!
74. No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
mas otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un Amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamó a lo lejos,
¡y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Entró la noche y del olvido en brazos
caí cual piedra en su profundo seno.
Dormí y al despertar exclamé: «¡Alguno
que yo quería ha muerto!».
75. Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida,
porque el muerto está en pie.
76. ¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día
me admiró tu cariño mucho más,
porque lo que hay en mí que vale algo,
eso... ni lo pudiste sospechar.

77.  Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del Profeta.
El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
y el laurel de los poetas.


Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve a través de las perlas.
              Y sin embargo,
              sé que te quejas,
              porque tus ojos
              crees que la afean.
              Pues no lo creas.
Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.


Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
a apagar la sed en ella.
              Y sin embargo,
              sé que te quejas
              porque tus ojos
              crees que la afean.
              Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.


Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
              Y sin embargo,
              sé que te quejas
              porque tus ojos
              crees que la afean.
              Pues no lo creas.
Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
quizás si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.




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