PERIODIZACION LITERARIA
(ROMANTISISMO)
ACOSTA CHAPARRO NATALIA ASTRID
GUZMAN MONTILLA DEBBIE DEL PILAR
IBARRA PEÑA JENNIFER TATIANA
LIEVANO ZAMORA DEISSY JOHANA
MORALES BETANCOURT YURY MARCELA
MORENO ROMERO YUDY ANDREA
HISTORIA DE LA PEDAGOGIA DE LA
LITERATURA
JULIETA COVALEDA CASTAÑO
TUTORA
UNIVERSIDAD DEL TOLIMA, CREAD
ICONONZO
III SEMESTRE DE HOMOLOGACION
LICENCIATURA EN BASICA CON ENFASIS
EN LENGUA CASTELLANA
ICONONOZO TOLIMA
2012
INTRODUCCION
El romanticismo es una corriente literaria que se desarrolló durante el siglo xvi al
xvii dándose a conocer sus
representantes llamados románticos, los cuales no querían seguir reglas algunas
impuestas por los ilustrados, querían imponer la libertar absoluta, hacer
creaciones para el pueblo pero sin que
se hiciera participe.
Este movimiento fue en una época que marco muchas
cosas teniendo como carácter eminente lo patriótico contribuyendo en nuestro
país en la independencia, la batalla de Boyacá, otras corrientes y fuerzas
políticas que promueven en el país la gran época conocida con el nombre de “La
Organización Nacional”.
Las leyendas indígenas y los temas nativos fueron
así mismo objeto de curiosidad y estudios desde mediados del siglo pasado hasta
el presente.
OBJETIVOS
{
Dar prioridad a
los sentimientos mediante sus creaciones debido a que el romanticismo es una
manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se
presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla.
incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias
proyectándose también en todas las artes.
{
Conocer el
romanticismo mediante la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas
estereotipadas; también los románticos
amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero
y genuino.
{
Encontrar su vertiente literaria se
fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el
Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación
general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo
hispanoamericano.
{
Identificar el
movimiento propio, que es un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e
individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional,
frente a la universalidad y sociabilidad de la ilustración en el siglo XVIII.
{
Reconocer el estilo vital de los autores románticos donde
despreciaban el materialismo burgués y preconizaban el amor libre y el
liberalismo en política, aunque hubo también un romanticismo reaccionario.
ROMANTICISMO.
Época.
Fue
una época muy agitada de la historia europea, caracterizada por hondos cambios.
La economía está marcada por la revolución
industrial. Con el desarrollo del maquinismo, surgen las grandes industrias y
crece el proletariado. La consolidación del capitalismo industrial resume la
estructura económica de la época y explica las tensiones sociales.
En
el ámbito social, la antigua sociedad estamental es sustituida por la sociedad
de clases: la posición que un hombre ocupa en la sociedad ya no depende del
nacimiento o la tradición, sino de su situación económica, del puesto que ocupa
en los procesos de producción y de su riqueza. A mayor poder económico, mayor
poder político. La nobleza es desplazada por la burguesía, excepto en algunos
países; la burguesía se convierte en la nueva clase dominante.
El
desarrollo de los nacionalismos Fue atizado por las ocupaciones napoleónicas,
que desarrollaron en los pueblos el sentimiento de sus peculiaridades
históricas, culturales, lingüísticas, etc. la exaltación de lo nacional será
parte importante del pensamiento y de la literatura del Romanticismo.
I Romanticismo
Caracteristicas
más importantes:
El
sentimiento de no plenitud.La angustia ante lo incompleto de la existencia
humana es el mal de la época”. La vida parece un problema insoluble: su
fugacidad con sus como la muerte o las ruinas abarcarán desde la desesperación
del atea hasta el misticismo del creyente.
El
desacuerdo con el mundo: ese desacuerdo está en la base del Romanticismo. El
romántico es un eterno descontento: sus ideales no encuentran cauce en la
realidad cotidiana
La
exaltación del “yo”: es otra cara del conflicto entre el individuo y la
sociedad. El artista se siente superior al mundo que le rodea y se aísla
orgullosamenteEsa exaltación del “yo” supone un individualismo o un
subjetivismo que son rasgos esenciales de la época
La
libertad:. El héroe romántico salta por encima de la normas de comportamiento,
y el artista rechaza la tiranía de las reglas. Como reverso de estas ansias de
libertad, encontramos la obsesión por el destino, que re algo muy revelador de
su sensibilidad. La naturaleza cobra especial importancia y adquiere un papel
que antes no tuvo: se adapta los estados de ánimo del poeta
La
naturaleza: se dice que los románticos descubrieron el paisaje. En este punto
hallamos personaje, mostrándose melancólica, tétrica o turbulenta. A la
angustia y la obsesión por la muerte se le atribuye un paisaje nocturno o
sepulcrales. La soledad del romántico encuentra el marco adecuado en yermos
desolados, paisajes recónditos o jardines abandonados.
La
historia, el pueblo: el interés por la historia y el desarrollo del
Nacionalismo son otras grandes preocupaciones de la época. En la historia,
buscan los románticos tradicionalistas los valores cuya pérdida lamentan; los
revolucionarios acuden a ella para encontrar las peculiaridades nacionales que
hay que defender o liberar para construir el futuro.
II
Características del romanticismo
literario
Romanticismo
contra Ilustración : el Romanticismo fue un movimiento radicalmente opuesto al
de la Ilustración del siglo anterior. Los ilustrados creían firmemente en la
fuerza de la razón, cuyas “luces” podían guiar al hombre hacia la verdad i la
felicidad. Los románticos rechazaron el optimismo que los ilustrados tenían
sobre el poder de la razón y de la ciencia para proporcionar a los hombres la
felicidad.
Para
el Romanticismo, el ansia de libertad del hombre era una aspiración
inalcanzable. El hombre era un ser desgraciado en est vida, porque la sociedad
le impedían realizar los deseos personales y los impulsos del corazón
La
moral romántica: como los románticos no aceptaban un mundo ordenado según las
leyes de la razón y de la ciencia, se negaron a aceptar sus normas morales. Los
héroes de la literatura romántica son hombres rebeldes que aspiran a una absoluta
libertad moral. La literatura exalta a los bandidos, piratas, reos, mendigos,
prostitutas; seres al margen de la sociedad y de sus leyes
“El
Romanticismo es el liberalismo en Literatura”: se considera que la ordenación
de la sociedad y el progreso público era asuntos que debían ser dirigidos por
la minoría ilustrada, es decir, por un grupo de hombrees cultos que conocían la
ciencia y los métodos de la razón. Su lema era: “Todo para el pueblo pero sin
el pueblo”. Muchos románticos se rebelaron contra esa concepción política y
lucharon por la implantación del liberalismo. La mayor parte de los escritores
románticos colaboraron con sus obras en el triunfo de esta ideología e
intentaron introducirla en todos los aspectos de la vida. De acuerdo con ello,
exigieron para el escritor una absoluta libertad para componer sus obras sin
tener que someterse ningún tipo de norma estética. Víctor Hugo, declaró: “El
Romanticismo es el liberalismo en literatura”.
Subjetivismo:
el romanticismo va a significar una explosión incontenible de individualidad,
de exhibición descarnada de lo más íntimo del alma del escritor. El escritor
romántico va a exponer su “yo” la contemplación de los demás sin vergüenza ni
pudor. La consecuencia inmediata será un auge incontenible de la poesía lírica
mediante la cual se expresan los sentimientos personales.
Ansia
de libertad: el hombre romántico reacciona contra todas las trabas que habían
cohibido el espíritu humano hasta entonces: luchan contra la moral tradicional,
contra la monarquía absolutista, contra la contención de los sentimientos
impuesta por la Ilustración, contra todo lo que signifique norma, traba,
esclavitud. Tratan de crear un mundo en el que la libertad sea la única norma.
Fuga
del mundo circundante: La humanidad no les comprende, la patria les destierra,
la mujer que había soñado no existe. Decepcionados por la incomprensión, se
rebelan contra es sociedad y huyen. Esa huida puede ser realizada de tres modos
distintos:
a)
A través de los viajes.
b)
Construyendo mundos de poesía y ensueño sobre la Edad Media y los países
orientales.
c)
La huida definitiva: el suicidio.
Nacionalismo:
los románticos exaltan los rasgos típicos, diferenciadores de su país. Se
produce una revalorización de la literatura, costumbres y leyendas medievales,
de las tradiciones populares y el folklore
Descubrimiento
del paisaje: el paisaje es un personaje más de la obra. El paisaje será un
reflejo del alma turbulenta del escritor: cumbres, selvas, mares tempestuosos,
el ambiente nocturno, la luna, los sepulcros, las ruinas acompañarán los
distintas estados de ánimo del escritor romántico.
Romanticismo.
Autores representativos.
José
de Espronceda: A la patria, Al dos de mayo, A la degradación de Europa, Canto
de cosaco, Convocación del pirata, El verdugo, El reo de muerte, El mendigo.
Rosalía
de Castro: Cantares Gallegos, Follas Novas, En las orillas del Sar.
Gustavo
Adolfo Bécquer: Las Rimas.
V
Rimas
Autor
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Es
una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron el
punto de partida de la poesía moderna española.
Nació
en Sevilla, y era hijo de un pintor y hermano de otro pintor, llamado
Valeriano. Él mismo practicó la pintura, pero, después de quedarse huérfano y
trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse a la literatura. No
logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca
categoría. Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó
crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y los ensayos costumbristas Cartas
desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado de censor oficial de novelas.
Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero
con la Revolución de 1868 se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar
otro, en parte de memoria. Su matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres
hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858 estaba aquejado de una
grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se mudó a Toledo, a casa
de su hermano .. Bécquer murió en 1870 el 22 de diciembre, a los treinta y
cuatro años.
VI
Rimas
Personalidad
Literaria.
Como
tal romántico , Gustavo Adolfo Bécquer, en sus poemas se destacan aspectos como
el subjetivismo (el “yo” poético) y el tema del amor. Para Bécquer la poesía se
representa con la imagen de la mujer y se basa en el puro sentimiento.
Formalmente
, la estructura de sus obras se basa en las características de la poesía
popular: versos cortos , rima asonante , lenguaje sencillo y emotivo. Sin
embargo , se trata de una poesía muy elaborada: maestría en la combinación de
versos de distinta medida en un mismo poema y eficacia en el uso de recursos
literarios como la metáfora , la comparación , el paralelismo,etc.
Sus obras ;
Leyendas: El gnomo, La corza blanca, El beso,
El caudillo de las manos rojas, La cruz del Diablo, Creed en Dios, La promesa,
El Cristo de la calavera, La ajorca de oro, El monte de las ánimas, Los ojos
verdes, Maese Pérez el organista, El rayo de luna, El miserere, La rosa de la
pasión.
Rimas: son un conjunto de setenta y seis
poesías, publicadas con el nombre de El libro de los gorriones. Normalmente son
poemas de versos asonantes. Se refieren a la emoción de las experiencias
vividas, a los recuerdos, a experiencias convertidas en sentimientos, etc.
Aparece el amor, el desengaño amoroso, la desesperación del poeta y la muerte o
el suicidio
VII
Rimas
Temas
Las
79 rimas constituyen un solo poema de amor. Bécquer no deja nunca de hablar de
sí mismo: su vida interior. Y se lo dice a un “tú” como si se tratara de un
carta, que nombra a la mujer amada. Todo el camino que va desde el
presentimiento del amor hasta el fracaso, desde el momento en que el amor
aparece hasta el momento de soledad en que no habrá más que la obsesión del
recuerdo, se recorre lo largo de las rimas.
Es
un camino que parece tener un solo sentido. Bécquer no escribió las rimas en el
orden en que hoy las leemos; ni tampoco en el orden en que él mismo las copió
en el Libro de los gorriones. Ignoramos la fecha en que está escrita cada una
de las rimas y también en qué circunstancias concretas se escribieron, ni a qué
mujer se referían. Los amigos de Bécquer ls ordenaron como si se tratase de una
historia.
El
poeta escribe para hablar de amor; éste se ha presentado, alguna vez, como
armonía y plenitud, como experiencia de un orden perfecto en el que no hay
separaciones ni límites, sino unión: del individuo con la naturaleza, de las
realidades con los deseos, del mundo con dios.
Su
obra poética consta de setenta y nueve poemas que constituyen un entero entre
todos ellos, los cuales están agrupados en torno a cuatro temas:
La poesía
Exaltación
del amor
Desengaño
amoroso
Desolación
VII
Clasificación de las rimas
Tema
1: La poesía. (Del I hasta el X)
En
el poema 1 : Bécquer quiere expresar el significado de lo que para él significa
su poesía ,y para ello , utiliza un lenguaje depurado y muy simbólico ;
lenguaje que , según él , carece de palabras insuficientes
para
expresar con claridad sus sentimientos. Lucha por intentar escribir sus
pensamientos ; deseo que queda en vano,ya que su empeño está condenado al
fracaso.
“Yo
sé un himno gigante y extraño
que
anuncia en la noche del alma una aurora,
y
éstas páginas son de ese himno
cadencias
que el aire dilata en las sombras.
Yo
quisiera escribirle , del hombre
Domando
el rebelde, mezquino idioma,
Con
palabras que fuesen a un tiempo
Suspiros
y risas , colores y notas.
Pero
en vano es luchar , que no hay cifra
Capaz
de encerrarle,y apenas , ¡oh hermosa!,
Si,teniendo
en mis manos las tuyas
Pudiera,
al oído, cantártelo a solas”
IX
Clasificación de las rimas
Tema
2: Exaltación del amor ( Del poema XI hasta el XXIX)
En
el poema XI: se lleva a cabo una conversación entre el autor , que busca a la
mujer que desea , y tres mujeres bellas; de las cuales una de ellas es un ser
espiritual,un falso espejismo.Las tres preguntan si quizás alguna de ellas es
ese ansiado amora que busca el poeta: y éste,finalmente,ruega a la mujer irreal
que lo ame y vaya a él.
En
este poema podemos ver ,el claro ejemplo del amor platónico , que nace en la
mente del poeta, crece con sus fantasías y muere con el desengaño.
“-Yo
soy ardiente,yo soy morena,
soy
el símbolo de la pasión,
de
ansia de goces mi alma está llena,
¿A
mí me buscas?
-No
es a ti:no.
-Mi frente es pálida , mis trenzas oro,
puedo
brindarte dichas sin fin.
¿A
mi me llamas?
-No;no
es a ti.
-Yo
soy un sueño , un imposible,
vano
fantasma de niebla y luz;
soy
incorpórea,soy intangible:
no
puedo amarte.
.-¡Oh,ven;ven tú!”
X
Rimas
Tema
3: Desengaño amoroso (Del poema XXX hasta el LI)
En el poema LI: El poeta expresa el
sentimiento de desesperanza y angustia que le produce el fracaso amoroso.En
esta composición confiesa que daría cualquier cosas ,por saber si ella lo amó
en realidad , alguna vez, o si sus sentimientos eran falsos.
“De lo poco de vida que me resta
diera
con gusto los mejores años,
por
saber lo que a otros
de mi has hablado.
Y
esta vida mortal y de la eterna
Lo
que me toque,si me toca algo,
Por
saber lo que a solas
De mí has pensado.”
En
el poema XLIV:Bécquer le pide a su amada que sea sincera con él,ya que puede
ver en sus ojos la tristeza interior que,al igual que él ,ella también
siente.Le pide que no se sienta avergonzada de sus sentimientos , y que
desahoge su pena con lágrimas , puesto que él,aún siendo hombre,también las ha
derramado.
“Como
en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo
¿A qué fingir el labio
risas
que desmienten con los ojos?
¡Llora! NO te avergüences
de confesar que me quisiste un poco
¡Llora!
Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy hombre... y también lloro.”
Rimas
En el poema LXI: El autor se siente
desesperado,aislado,sumergido en la soledad y en la penumbra .
IV,III,XI
Gustavo Adolfo Bécquer
Poeta español. Nació en Sevilla en 1836. En
1854 se traslado a Madrid, para poder vivir, Gustavo Adolfo Bécquer tuvo que
dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero en
colaboración con su amigo con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo
de Adolfo García. La etapa mas fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865,
años en los que compuso la mayor parte de sus leyendas, escribió crónicas
periodísticas y redacto las cartas literarias a una mujer, donde expone sus
teorías sobre la poesía y el amor.
Una temporada que paso en el monasterio de
Veruela en 1864 le inspiro Cartas desde mi celda. Falleció en Madrid en 1870.
Rimas
1. Yo sé un
himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre domando el
rebelde, mezquino idioma, con
palabras que fuesen a un tiempo suspiros
y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarle, y apenas ¡oh hermosa! si teniendo
en mis manos las tuyas pudiera, al
oído, cantártelo a solas.
2. Como se
arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
¡aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía la voluntad
su imagen arrojó, y la luz de
la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó.
Aun para combatir mi firme empeño viene a
mi mente su visión tenaz... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el
soñar!!
3. Yo me he
asomado a las profundas simas de la tierra y del
cielo, y les he
visto el fin, o con los ojos, o con el
pensamiento.
Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo y
me incliné un momento, y
mi alma y mis ojos se turbaron: ¡tan hondo era y tan negro!!
4. En la clave
del arco mal seguro cuyas
piedras el tiempo enrojeció, obra de
cincel rudo, campeaba el gótico
blasón.
Penacho de su yelmo de granito, la yedra que colgaba en derredor daba
sombra al escudo en que una mano tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza nos
paramos los dos: y,
ése, me dijo, es el cabal emblema de mi constante amor.
¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces: verdad que
el corazón lo llevará
en la mano... en cualquier parte...
pero
en el pecho no.
5.
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son
agua y van al mar!
Dime, mujer,
cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
6.
Primera voz
Las ondas tienen
vaga armonía,
las violetas suave
olor,
brumas de plata la
noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!
Segunda voz
Aura de aplausos,
nube radiosa,
ola de envidia que
besa el pie,
isla de sueños
donde reposa
el alma ansiosa,
¡dulce embriaguez
la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es
el tesoro,
sombra que huye la
vanidad.
Todo es mentira:
la gloria, el oro,
lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!
Así los barqueros
pasaban cantando
la eterna canción
y al golpe del
remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
—¿Te embarcas?,
gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he
embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
7.
Fatigada del baile,
encendido el
color, breve el aliento,
apoyada en mi
brazo
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el
palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar
y que acaricia el céfiro,
tal vez allí
dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así,
pensaba,
dejar pudiera
deslizarse el tiempo!
¡Oh! si las flores
duermen,
¡qué dulcísimo sueño!
8.
Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada
mía,
pienso cual tú que
una oda sólo es buena
de un billete del
Banco al dorso escrita.
No faltará algún
necio que al oírlo
se haga cruces y
diga:
¡Mujer al fin del
siglo diez y nueve,
material y
prosaica!... ¡Boberías!
¡Voces que hacen
correr cuatro poetas
que en invierno se
embozan con la lira!
¡Ladridos de los
perros a la luna!
Tú sabes y yo sé
que en esta vida
con genio es muy
contado el que la escribe
y con oro
cualquiera hace poesía.
9.
¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la
hez?
Pues aspírale,
acércale a tus labios
y déjale después.
¿Quieres que
conservemos una dulce
memoria de este
amor?
Pues amémonos hoy
mucho y mañana
digámonos ¡adiós!
10.
Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de
música lejana,
el eco de un suspiro.
El eco de un
suspiro que conozco,
formado de un
aliento que he bebido,
perfume de una
flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un
día, cariñosa,
—¿En qué piensas?,
me dijo.
—En nada... —En
nada ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.
11.
Como en un libro abierto
leo de tus pupilas
en el fondo.
¿A qué fingir el
labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te
avergüences
de confesar que me
quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos
mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.
12.
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco
a su capricho un dios
y luego ante su
obra se arrodilla,
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas
reales a un fantasma,
de la mente
ridícula invención,
y hecho el ídolo
ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.
13.
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal
vez olvidada,
silenciosa y
cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota
dormía en sus cuerdas,
como el pájaro
duerme en las ramas,
esperando la mano
de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé;
¡cuántas veces el genio
así duerme en el
fondo del alma,
y una voz como
Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
14.
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose
y yo digo:
¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi
labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso:
—Acaso ella se ríe,
como me río yo.
15.
Saeta que voladora
cruza arrojada al
azar,
y que no sabe
dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol
seca
arrebata el
vendaval,
sin que nadie
acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el
viento
riza y empuja en
el mar,
y rueda y pasa, y
se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos
temblorosos
brilla próxima a
expirar
y que no se sabe
de ellos
cuál el último será;
eso soy yo que al
acaso
cruzo el mundo sin
pensar
de dónde vengo ni
adónde
mis pasos me llevarán.
16.
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de
acero en las entrañas,
me apoyé contra el
muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi
espíritu la noche,
en ira y en piedad
se anegó el alma,
¡y entonces comprendí
por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de
dolor... con pena
logré balbucear
breves palabras...
¿Quién me dio la
noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
17.
Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros
es,
yo conozco la
causa de tu dulce
secreta languidez.
¿Te ríes...? Algún
día
sabrás, niña, por
qué.
Tú acaso lo
sospechas,
y yo lo sé.
Yo sé cuándo tú
sueñas,
y lo que en sueños
ves,
como en un libro
puedo lo que callas
en tu frente leer.
¿Te ríes...? Algún
día
sabrás, niña, por
qué.
Tú acaso lo
sospechas,
y yo lo sé.
Yo sé por qué
sonríes
y lloras a la vez:
yo penetro en los
senos misteriosos
de tu alma de
mujer.
¿Te ríes...? Algún
día
sabrás, niña, por
qué.
Mientras tú
sientes mucho y nada sabes,
yo, que no siento ya, todo lo sé.
18.
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego
levantarse,
y a su beso de
lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es
tras la lluvia
del triste otoño
en la azulada tarde,
de las húmedas
flores
el perfume aspirar hasta saciarse!
¡Qué hermoso es
cuando en copos
la blanca nieve
silenciosa cae,
de las inquietas
llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es
cuando hay sueño
dormir bien... y
roncar como un sochantre...
y comer... y
engordar...! ¡y qué fortuna
que esto sólo no baste!
19.
¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu
corazón?
Nunca hasta ahora
contemplé en el mundo
junto al volcán la flor.
20. Hoy como ayer,
mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un
horizonte eterno
y andar... andar.
Moviéndose a
compás como una estúpida
máquina el
corazón:
la torpe
inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que
ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto,
ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante
con el mismo tono
canta el mismo
cantar,
gota de agua
monótona que cae,
y cae sin cesar.
Así van
deslizándose los días
unos de otros en
pos,
hoy lo mismo que
ayer... y todos ellos
sin gozo ni dolor.
¡Ay! ¡a veces me
acuerdo suspirando
del antiguo
sufrir!
¡Amargo es el
dolor; pero siquiera
padecer es vivir!
21.
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu
pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y
tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
22. Por una mirada, un
mundo;
por una sonrisa,
un cielo;
por un beso... yo
no sé
qué te diera por un beso.
23. ¿Será verdad que
cuando toca el sueño
con sus dedos de
rosa nuestros ojos,
de la cárcel que
habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que,
huésped de las nieblas,
de la brisa
nocturna al tenue soplo,
alado sube a la
región vacía
a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de
la humana forma,
allí los lazos
terrenales rotos,
breves horas
habita de la idea
el mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y
aborrece y ama
y guarda un rastro
del dolor y el gozo,
semejante al que
deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
Yo no sé si ese
mundo de visiones
vive fuera o va
dentro de nosotros.
Pero sé que
conozco a muchas gentes
a quienes no conozco.
24. Las ropas
desceñidas,
desnudas las
espadas,
en el dintel de
oro de la puerta
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los
hierros
que defienden la
entrada,
y de las dobles
rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
La vi como la
imagen
que en leve
ensueño pasa,
como rayo de luz
tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un
ardiente
deseo llena el
alma;
como atrae un
abismo, aquel misterio
hacia sí me arrastraba.
Mas ¡ay! que de
los ángeles
parecían decirme
las miradas:
—El umbral de esta
puerta
sólo Dios lo traspasa.
25. ¡Cuando miro el
azul horizonte
perderse a lo
lejos,
al través de una
gasa de polvo
dorado e inquieto;
me parece posible
arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la
niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho!
Cuando miro de
noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas
temblar como ardientes
pupilas de fuego;
me parece posible
a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su
luz, y con ellas
en lumbre
encendido
fundirme en un beso.
En el mar en la
duda en que bogo
ni aún sé lo que
creo;
sin embargo estas
ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.
26. Tú eras el huracán
y yo la alta
torre que desafía
su poder:
¡tenías que
estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el océano
y yo la enhiesta
roca que firme
aguarda su vaivén:
¡tenías que
romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo
altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el
otro a no ceder;
la senda estrecha,
inevitable el choque...
¡No pudo ser!
27. Besa el aura que
gime blandamente
las leves ondas
que jugando riza;
el sol besa a la
nube de occidente
y de púrpura y oro
la matiza;
la llama en
derredor del tronco ardiente
por besar a otra
llama se desliza
y hasta el sauce,
inclinándose a su peso,
al río que le
besa, vuelve un beso.
28. Antes que tú me
moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo
con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.
Antes que tú me
moriré; y mi espíritu
en su empeño tenaz
se sentará a las
puertas de la muerte,
esperándote allá.
Con las horas los
días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta
llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu
culpa y tus despojos
la tierra
guardará,
lavándote en las
ondas de la muerte
como en otro Jordán;
allí donde el
murmullo de la vida
temblando a morir
va,
como la ola que a
la playa viene
silenciosa a expirar;
allí donde el
sepulcro que se cierra
abre una
eternidad,
todo cuanto los
dos hemos callado
allí lo hemos de hablar.
29. Tu pupila es azul,
y cuando ríes,
su claridad suave
me recuerda
el trémulo fulgor
de la mañana,
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul,
y cuando lloras,
las trasparentes
lágrimas en ella
se me figuran
gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul,
y si en su fondo
como un punto de
luz radia una idea,
me parece en el
cielo de la tarde
una perdida estrella.
30. Nuestra pasión fue
un trágico sainete
en cuya absurda
fábula
lo cómico y lo
grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor
de aquella historia
que al fin de la
jornada
a ella tocaron lágrimas
y risas
y a mí, sólo las lágrimas.
31.
Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul
del sueño
y tus tendidas
pestañas
semejan arcos de
ébano,
por escuchar los
latidos
de tu corazón
inquieto
y reclinar tu
dormida
cabeza sobre mi
pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
¡la luz, el aire
y el pensamiento!
Cuando se clavan
tus ojos
en un invisible
objeto
y tus labios
ilumina
de una sonrisa el
reflejo,
por leer sobre tu
frente
el callado
pensamiento
que pasa como la
nube
del mar sobre el
ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
¡la fama, el oro,
la gloria, el genio!
Cuando enmudece tu
lengua
y se apresura tu
aliento
y tus mejillas se
encienden
y entornas tus
ojos negros,
por ver entre sus
pestañas
brillar con húmedo
fuego
la ardiente chispa
que brota
del volcán de los
deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el
espíritu,
la tierra, el cielo.
32. Este armazón de
huesos y pellejo
de pasear una
cabeza loca
se halla cansado
al fin, y no lo extraño,
pues aunque es la
verdad que no soy viejo,
de la parte de
vida que me toca
en la vida del
mundo, por mi daño
he hecho un uso
tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora
muriera,
no podría decir
que no he vivido;
que el sayo, al
parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí;
¡pese a mi estrella!
Harto lo dice ya
mi afán doliente;
que hay dolor que
al pasar su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.
33. Dos rojas lenguas
de fuego
que, a un mismo
tronco enlazadas,
se aproximan, y al
besarse
forman una sola llama;
dos notas que del
laúd
a un tiempo la
mano arranca,
y en el espacio se
encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que
vienen juntas
a morir sobre una
playa
y que al romper se
coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de
vapor
que del lago se
levantan
y al juntarse allá
en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al
par brotan,
dos besos que a un
tiempo estallan,
dos ecos que se
confunden,
eso son nuestras dos almas.
34. Dejé la luz a un
lado, y en el borde
de la revuelta
cama me senté,
mudo, sombrío, la
pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve
así? No sé; al dejarme
la embriaguez
horrible de dolor,
expiraba la luz y
en mis balcones
reía el sol.
Ni sé tampoco en
tan terribles horas
en qué pensaba o
qué pasó por mí;
sólo recuerdo que
lloré y maldije
y que en aquella noche envejecí.
35. Olas gigantes que
os rompéis bramando
en las playas
desiertas y remotas,
envuelto entre la
sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán
que arrebatáis
del alto bosque
las marchitas hojas,
arrastrado en el
ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad
que rompe el rayo
y en fuego ornáis
las desprendidas orlas,
arrebatado entre
la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por
piedad a donde el vértigo
con la razón me
arranque la memoria.
¡Por piedad!
¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
36. Cuando volvemos
las fugaces horas
del pasado a
evocar,
temblando brilla
en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y
cae como gota
del rocío al
pensar
que cual hoy por
ayer, por hoy mañana
volveremos los dos a suspirar.
37. Sabe si alguna vez
tus labios rojos
quema invisible
atmósfera abrasada,
que el alma que
hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
38. Volverán las
oscuras golondrinas
en tu balcón sus
nidos a colgar,
y otra vez con el
ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que
el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi
dicha a contemplar,
aquellas que
aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las
tupidas madreselvas
de tu jardín las
tapias a escalar,
y otra vez a la
tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas
cuajadas de rocío
cuyas gotas
mirábamos temblar
y caer como
lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor
en tus oídos
las palabras
ardientes a sonar;
tu corazón de su
profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y
absorto y de rodillas,
como se adora a
Dios ante su altar,
como yo te he
querido..., desengáñate,
nadie así te amará.
39. No digáis que
agotado su tesoro,
de asuntos falta,
enmudeció la lira.
Podrá no haber
poetas, pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas
de la luz al beso
palpiten
encendidas,
mientras el sol
las desgarradas nubes
de fuego y oro
vista,
mientras el aire
en su regazo lleve
perfumes y
armonías,
mientras haya en
el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la
ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la
vida,
y en el mar o en
el cielo haya un abismo
que al cálculo
resista,
mientras la
humanidad siempre avanzando
no sepa a do
camina,
mientras haya un
misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta
que se ríe el alma,
sin que los labios
rían,
mientras se llore,
sin que el llanto acuda
a nublar la
pupila,
mientras el
corazón y la cabeza
batallando
prosigan,
mientras haya
esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos
ojos que reflejen
los ojos que los
miran,
mientras responda
el labio suspirando
al labio que
suspira,
mientras sentirse
puedan en un beso
dos almas
confundidas,
mientras exista
una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
40. Asomaba a sus ojos
una lágrima,
y a mi labio una
frase de perdón;
habló el orgullo y
se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un
camino, ella por otro;
pero al pensar en
nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por
qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?
41.
Mi vida es un erial,
flor que toco se
deshoja;
que en mi camino
fatal
alguien va
sembrando el mal
para que yo lo
recoja.
42. Sacudimiento
extraño
que agita las
ideas
como huracán que
empuja
las olas en tropel.
Murmullo que en el
alma
se eleva y va
creciendo
como volcán que
sordo
anuncia que va a arder.
Deformes siluetas
de seres
imposibles,
paisajes que
aparecen
como al través de un tul.
Colores que
fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del
iris
que nadan en la luz.
Ideas sin
palabras,
palabras sin
sentido,
cadencias que no
tienen
ni ritmo ni compás.
Memorias y deseos
de cosas que no
existen,
accesos de
alegría,
impulsos de llorar.
Actividad nerviosa
que no halla en
qué emplearse,
sin riendas que le
guíen
caballo volador.
Locura que el
espíritu
exalta y
desfallece,
embriaguez divina
del genio creador.
Tal
es la inspiración.
Gigante voz que el
caos
ordena en el
cerebro
y entre las
sombras hace
la luz aparecer.
Brillante rienda
de oro
que poderosa
enfrena
de la exaltada
mente
el volador corcel.
Hilo de luz que en
haces
los pensamientos
ata,
sol que las nubes
rompe
y toca en el cenit.
Inteligente mano
que en un collar
de perlas
consigue las
indóciles
palabras reunir.
Armonioso ritmo
que con cadencia y
número
las fugitivas
notas
encierra en el compás.
Cincel que el
bloque muerde
la estatua
modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal.
Atmósfera en que
giran
con orden las
ideas,
cual átomos que
agrupa
recóndita atracción.
Raudal en cuyas
ondas
su sed la fiebre
apaga,
oasis que al
espíritu
devuelve con vigor.
Tal
es nuestra razón.
Con ambas siempre
en lucha,
y de ambas
vencedor,
tan sólo el genio
es dado
a un yugo atar las dos.
43. Si al mecer las
azules campanillas
de tu balcón,
crees que
suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que oculto
entre las verdes hojas
suspiro yo.
Si al resonar
confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu
nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que entre las
sombras que te cercan
te llamo yo.
Si se turba
medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus
labios un aliento
abrasador,
sabe que aunque
invisible al lado tuyo
respiro yo.
44. Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque
sientes sus latidos;
eso no es
corazón..., es una máquina
que al compás que
se mueve hace ruido.
45. Al ver mis horas
de fiebre
e insomnio lentas
pasar,
a la orilla de mi
lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula
mano
tienda próximo a
expirar,
buscando una mano
amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte
vidríe
de mis ojos el
cristal,
mis párpados aún
abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana
suene
(si suena en mi
funeral),
una oración al
oírla,
¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos
restos
oprima la tierra
ya,
sobre la olvidada
fosa
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién, en fin, al
otro día,
cuando el sol
vuelva a brillar,
de que pasé por el
mundo,
quién se acordará?
46. Los invisibles
átomos del aire
en derredor
palpitan y se inflaman,
el cielo se
deshace en rayos de oro,
la tierra se
estremece alborozada,
oigo flotando en
olas de armonías
rumor de besos y
batir de alas,
mis párpados se
cierran... ¿Qué sucede?
—¡Es el amor que
pasa!
47. Llegó la noche, y
no encontré un asilo,
¡y tuve sed!...
mis lágrimas bebí,
¡y tuve hambre!
¡Los hinchados ojos
cerré para morir!
¿Estaba en un
desierto? Aunque a mi oído
de las turbas
llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y
pobre... ¡El mundo estaba
desierto... para mí!
48. Al brillar un
relámpago nacemos
y aún dura su
fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
La Gloria y el
Amor tras que corremos
sombras de un
sueño son que perseguimos;
¡despertar es morir!
49. Hoy la tierra y
los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo
de mi alma el sol,
hoy la he
visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!
50. —Yo soy ardiente,
yo soy morena,
yo soy el símbolo
de la pasión,
de ansia de goces
mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No
es a ti, no.
—Mi frente es
pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte
dichas sin fin.
Yo de ternura
guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No,
no es a ti.
—Yo soy un sueño,
un imposible,
vano fantasma de
niebla y luz.
Soy incorpórea,
soy intangible,
no puedo amarte.
—¡Oh
ven, ven tú!
51.
Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica
frente,
una azucena
tronchada
me pareces.
Porque al darte la
pureza,
de que es símbolo
celeste,
como a ella te
hizo Dios
de oro y nieve.
52. Sobre la falda
tenía
el libro abierto;
en mi mejilla
tocaban
sus rizos negros.
No veíamos las
letras
ninguno creo;
mas guardábamos
ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni
aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se
oía
más que el
aliento,
que apresurado
escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos
volvimos
los dos a un
tiempo,
y nuestros ojos se
hallaron
y sonó un beso.
. . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . .
Creación de Dante
era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él
bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya
que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió
encendida:
—¡Ya lo comprendo!
53. Si de nuestros
agravios en un libro
se escribiese la
historia,
y se borrase en
nuestras almas cuanto
se borrase en sus hojas;
te quiero tanto
aún; dejó en mi pecho
tu amor huellas
tan hondas,
que sólo con que
tú borrases una,
¡las borraba yo todas!
54. Primero es un
albor trémulo y vago,
raya de inquieta
luz que corta el mar;
luego chispea y
crece y se dilata
en ardiente explosión de claridad.
La brilladora
lumbre es la alegría,
la temerosa sombra
es el pesar.
¡Ay! en la oscura
noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?
55. Como la brisa que
la sangre orea
sobre el oscuro
campo de batalla,
cargada de
perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor
y la ternura,
del bardo inglés
en el horrible drama,
la dulce Ofelia,
la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.
56. Cuando entre la
sombra oscura
perdida una voz
murmura
turbando su triste
calma,
si en el fondo de
mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el
viento en sus giros
se queja, o que
tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
Cuando el sol en
mi ventana
rojo brilla a la
mañana
y mi amor tu
sombra evoca,
si en mi boca de
otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que
ciego deliro,
o que un beso en
un suspiro
me envía tu corazón?
Y en el luminoso
día,
y en la alta noche
sombría,
si en todo cuanto
rodea
al alma que te
desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco
y respiro
soñando, o que en
un suspiro
me das tu aliento a beber?
57. ¡Cuántas veces al
pie de las musgosas
paredes que la
guardan,
oí la esquila que
al mediar la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces
trazó mi triste sombra
la luna plateada
junto a la del
ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!
Cuando en sombras
la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada
¡cuántas veces
temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento
en los ángulos oscuros
de la torre
silbara,
del coro entre las
voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de
invierno si un medroso
por la desierta
plaza
se atrevía a
cruzar, al divisarme
el paso aceleraba.
Y no faltó una
vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún
sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.
A oscuras conocía
los rincones
del atrio y la
portada;
de mis pies las
ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos que
espantados me seguían
con sus ojos de
llamas,
llegaron a mirarme
con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin
miedo los reptiles
se movían a
rastras,
¡hasta los mudos
santos de granito
creo que me saludaban!
58. Cendal flotante de
leve bruma,
rizada cinta de
blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura,
onda de luz,
eso
eres tú.
¡Tú, sombra aérea
que cuantas veces
voy a tocarte te
desvaneces
como la llama,
como el sonido,
como la niebla,
como un gemido
del
lago azul!
En mar sin playas
onda sonante,
en el vacío cometa
errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de
algo mejor,
eso
soy yo.
¡Yo, que a tus
ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de
noche y día;
yo, que incansable
corro y demente
tras una sombra,
tras la hija ardiente
de una visión!
59. No sé lo que he
soñado
en la noche
pasada.
Triste, muy triste
debió ser el sueño,
pues despierto la angustia me duraba.
Noté al
incorporarme
húmeda la
almohada,
y por primera vez
sentí al notarlo
de un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el
sueño
que llanto nos
arranca,
mas tengo en mi
tristeza una alegría...
¡Sé que aún me quedan lágrimas!
60. Espíritu sin
nombre,
indefinible
esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el
vacío,
del sol tiemblo en
la hoguera,
palpito entre las
sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de
oro
de la lejana
estrella,
yo soy de la alta
luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente
nube
que en el ocaso
ondea,
yo soy del astro
errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en
las cumbres,
soy fuego en las
arenas,
azul onda en los
mares,
y espuma en las riberas.
En el laúd soy
nota,
perfume en la
violeta,
fugaz llama en las
tumbas
y en las ruinas yedra.
Yo atrueno en el
torrente
y silbo en la
centella,
y ciego en el
relámpago
y rujo en la tormenta.
Yo río en los
alcores,
susurro en la alta
yerba,
suspiro en la onda
pura
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los
átomos
del humo que se
eleva
y al cielo lento
sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados
hilos
que los insectos
cuelgan,
me mezco entre los
árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las
ninfas
que en la
corriente fresca
del cristalino
arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosque de
corales
que alfombran
blancas perlas,
persigo en el
océano
las náyades ligeras.
Yo, en las
cavernas cóncavas
do el sol nunca
penetra,
mezclándome a los
gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los
siglos
las ya borradas
huellas,
y sé de esos
imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo
vértigo
los mundos que
voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas
regiones
a do un rumor no
llega,
y donde informes
astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el
abismo
el puente que
atraviesa,
yo soy la ignota
escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el
invisible
anillo que sujeta
el mundo de la
forma
al mundo de la idea.
Yo en fin soy ese
espíritu,
desconocida
esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.
61.
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo
a verte.
Por eso, alma de
mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta ríes, y
al reír tus labios
inquietos me
parecen
relámpagos de
grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los
extremos de tu boca
pliega sonrisa
leve,
suave como el
rastro luminoso
que deja un sol que muere.
—¡Duerme!
Despierta miras, y
al mirar tus ojos
húmedos
resplandecen,
como la onda azul
en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus
párpados, dormida,
tranquilo fulgor
vierten,
cual derrama de
luz templado rayo
lámpara transparente.
—¡Duerme!
Despierta hablas,
y al hablar, vibrantes
tus palabras
parecen
lluvia de perlas
que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el
murmullo de tu aliento
acompasado y
tenue,
escucho yo un
poema que mi alma
enamorada entiende.
—¡Duerme!
Sobre el corazón
la mano
me he puesto por
que no suene
su latido y de la
noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las
persianas
cerré ya por que
no entre
el resplandor
enojoso
de la aurora y te despierte.
—¡Duerme!
62. Como guarda el
avaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
le quería probar
que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo
en vano y oigo al tiempo,
que le agotó,
decir:
—¡Ah, barro
miserable! ¡Eternamente
no podrás ni aun sufrir!
63. Cruza callada, y
son sus movimientos
silenciosa
armonía:
suenan sus pasos,
y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos
entreabre, aquellos ojos
tan claros como el
día,
y la tierra y el
cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su
carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada
lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz,
tiene el perfume,
el color y la
línea,
la forma,
engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida?
¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el
enigma,
siempre valdrá lo
que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.
64. Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis
ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi
hombro,
Dios sabe cuántas
veces
con paso perezoso
hemos vagado
juntos
bajo los altos
olmos
que de su casa
prestan
misterio y sombra
al pórtico.
Y ayer... un año
apenas,
pasado como un
soplo,
con qué exquisita
gracia,
con qué admirable
aplomo,
me dijo al
presentarnos
un amigo oficioso:
«Creo que en
alguna parte
he visto a usted.»
¡Ah bobos,
que sois de los
salones
comadres de buen
tono
y andabais allí a
caza
de galantes
embrollos,
qué historía
habéis perdido,
qué manjar tan
sabroso
para ser devorado
sotto voce en un corro,
detrás del abanico
de plumas y de
oro!...
. . . . . . . . .
. . . . . . . . .
¡Discreta y casta
luna,
copudos y altos
olmos,
paredes de su
casa,
umbrales de su
pórtico,
callad, y que en
secreto
no salga con
vosotros!
Callad; que por mi
parte
yo lo he olvidado
todo;
y ella... ella, no
hay máscara
semejante a su
rostro.
65. ¿De dónde
vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos
busca;
las huellas de
unos pies ensangrentados
sobre la roca
dura,
los despojos de un
alma hecha jirones
en las zarzas
agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El
más sombrío y triste
de los páramos
cruza,
valle de eternas
nieves y de eternas
melancólicas
brumas.
En donde esté una
piedra solitaria
sin inscripción
alguna,
donde habite el
olvido,
allí estará mi tumba.
66. Como enjambre de
abejas irritadas,
de un obscuro
rincón de la memoria
salen a
perseguirme los recuerdos
de las pasadas horas.
Yo los quiero
ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil!
Me rodean, me
acosan,
y unos tras otros
a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.
67. Es cuestión de
palabras, y no obstante
ni tú ni yo jamás,
después de lo
pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el
Amor un diccionario
no tenga donde
hallar
cuándo el orgullo
es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!
68. De lo poco de vida
que me resta
diera con gusto
los mejores años,
por saber lo que a
otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal
y de la eterna
lo que me toque,
si me toca algo,
por saber lo que a
solas
de mí has pensado.
69. Cerraron sus ojos
que aún tenía
abiertos,
taparon su cara
con un blanco
lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste
alcoba
todos se salieron.
La luz, que en un
vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del
lecho,
y entre aquella
sombra
veíase a
intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y a su albor
primero
con sus mil ruidos
despertaba el
pueblo.
Ante aquel
contraste
de vida y
misterio,
de luz y
tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué
solos
se quedan los muertos!!
De la casa en
hombros
lleváronla al
templo,
y en una capilla
dejaron el
féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las
Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha
nave,
las puertas
gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el
péndulo
y de algunos
cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y
triste,
tan oscuro y yerto
todo se
encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué
solos
se quedan los muertos!!
De la alta campana
la lengua de
hierro
le dio volteando
su adiós
lastimero.
El luto en las
ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un
extremo:
allí la acostaron,
tapiáronle luego
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al
hombro
el sepulturero,
cantando entre
dientes,
se perdió a lo
lejos.
La noche se
entraba,
el sol se había
puesto.
Perdido en las
sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué
solos
se quedan los muertos!!
En las largas
noches
del helado
invierno,
cuando las maderas
crujir hace el
viento
y azota los
vidrios
el fuerte
aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del
cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el
hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus
huesos!...
. . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . .
¿Vuelve el polvo
al polvo?
¿Vuela el alma al
cielo?
¿Todo es sin
espíritu
podredumbre y
cieno?
No sé; pero hay
algo
que explicar no
puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza
hacerlo,
¡a dejar tan
tristes,
tan solos los muertos!
70. Te vi un punto, y
flotando ante mis ojos
la imagen de tus
ojos se quedó,
como la mancha
oscura orlada en fuego
que flota y ciega si se mira al sol.
Adondequiera que
la vista clavo,
torno a ver sus
pupilas llamear;
mas no te
encuentro a ti, que es tu mirada,
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el
ángulo los miro
desasidos
fantásticos lucir.
Cuando duermo los
siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay
fuegos fatuos que en la noche
llevan al
caminante a perecer;
yo me siento
arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé.
71.
Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé,
ni aun mirarla me
volví, y no obstante
algo en mi oído murmuró: «ésa es».
¿Quién reunió la
tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve
noche de verano
se unieron los crepúsculos, y «fue».
72. En la imponente
nave
del templo
bizantino,
vi la gótica tumba
a la indecisa
luz que temblaba en los pintados vidrios.
Las manos sobre el
pecho,
y en las manos un
libro,
una mujer hermosa
reposaba
sobre la urna, del cincel prodigio.
Del cuerpo
abandonado
al dulce peso
hundido,
cual si de blanda
pluma y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito.
De la sonrisa
última
el resplandor
divino
guardaba el
rostro, como el cielo guarda
del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de
piedra
sentados en el
filo,
dos ángeles, el
dedo sobre el labio,
imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta;
de los arcos
macizos
parecía dormir en
la penumbra
y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la
nave
al ángulo sombrío,
con el callado
paso que llegamos
junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un
momento,
y aquel resplandor
tibio,
aquel lecho de
piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma
avivaron
la sed de lo
infinito,
el ansia de esa
vida de la muerte,
para la que un
instante son los siglos...
. . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cansado del
combate
en que luchando
vivo,
alguna vez me
acuerdo con envidia
de aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y
pálida
mujer me acuerdo y
digo:
—¡Oh, qué amor tan
callado, el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!
73. ¿A qué me lo
decís? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana
y caprichosa.
Antes que el
sentimiento de su alma
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su
corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra
que al amor responda;
que es una estatua
inanimada... pero...
¡es tan hermosa!!
74. No dormía; vagaba
en ese limbo
en que cambian de
forma los objetos,
misteriosos
espacios que separan
la vigilia del sueño.
Las ideas que en
ronda silenciosa
daban vueltas en
torno a mi cerebro,
poco a poco en su
danza se movían
con un compás más lento.
De la luz que
entra al alma por los ojos
los párpados
velaban el reflejo;
mas otra luz el
mundo de visiones
alumbraba por dentro.
En este punto
resonó en mi oído
un rumor semejante
al que en el templo
vaga confuso al
terminar los fieles
con un Amén sus rezos.
Y oí como una voz
delgada y triste
que por mi nombre
me llamó a lo lejos,
¡y sentí olor de
cirios apagados,
de humedad y de
incienso!
. . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Entró la noche y
del olvido en brazos
caí cual piedra en
su profundo seno.
Dormí y al
despertar exclamé: «¡Alguno
que yo quería ha muerto!».
75. Me ha herido
recatándose en las sombras,
sellando con un
beso su traición.
Los brazos me echó
al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue
alegre su camino,
feliz, risueña,
impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota
sangre de la herida,
porque el muerto está en pie.
76. ¡No me admiró tu
olvido! Aunque de un día
me admiró tu
cariño mucho más,
porque lo que hay
en mí que vale algo,
eso... ni lo pudiste sospechar.
77. Porque son, niña,
tus ojos
verdes como el
mar, te quejas;
verdes los tienen
las náyades,
verdes los tuvo
Minerva,
y verdes son las
pupilas
de las hurís del Profeta.
El verde es gala y
ornato
del bosque en la
primavera.
Entre sus siete
colores
brillante el Iris
lo ostenta.
Las esmeraldas son
verdes,
verde el color del
que espera,
y las ondas del
océano,
y el laurel de los poetas.
Es tu mejilla
temprana
rosa de escarcha
cubierta,
en que el carmín
de los pétalos
se ve a través de
las perlas.
Y
sin embargo,
sé
que te quejas,
porque
tus ojos
crees
que la afean.
Pues
no lo creas.
Que parecen sus
pupilas
húmedas, verdes e
inquietas,
tempranas hojas de
almendro
que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de
rubíes
purpúrea granada
abierta,
que en el estío
convida
a apagar la sed en
ella.
Y
sin embargo,
sé
que te quejas
porque
tus ojos
crees
que la afean.
Pues
no lo creas.
Que parecen, si
enojada
tus pupilas
centellean,
las olas del mar
que rompen
en las cantábricas peñas.
Es tu frente que
corona
crespo el oro en
ancha trenza,
nevada cumbre en
que el día
su postrera luz
refleja.
Y
sin embargo,
sé
que te quejas
porque
tus ojos
crees
que la afean.
Pues
no lo creas.
Que entre las
rubias pestañas,
junto a las
sienes, semejan
broches de
esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña,
tus ojos
verdes como el
mar, te quejas;
quizás si negros o
azules
se tornasen, lo sintieras.
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